Se endurece la agresión imperialista contra el pueblo venezolano

| Publicado el 18 abril 2015

No a la intervención de EE.UU. en Venezuela

¿Por qué Estados Unidos intensifica su ataque contra el gobierno venezolano?

Raúl M. Báez Sánchez
Bandera Roja

El encuentro del presidente de Estados Unidos, Barak Obama y su homólogo cubano, Raúl Castro ocupo la mayor parte de los titulares sobre la Cumbre de las Américas. Lo que parece haber desviado el debate regional sobre la agresión imperialista contra el gobierno y el pueblo venezolano del ojo de la llamada opinión pública. Pero como sabemos, los “policy makers” y todo el repertorio de cuadros que trabajan desde las ONG’s, financiadas por el Departamento de Estado y el Pentágono, nunca descansan. Estos continúan persistentemente su trabajo conspirativo, con los derechos humanos y la ayuda humanitaria como tapadera, para subvertir gobiernos populares electos legítimamente. Como sabemos Venezuela no ha sido la excepción, por el contrario, ha sido el más reciente campo de acción para la actividad desestabilizadora del imperialismo marca USA.

El 9 de marzo de 2015, el presidente Barack Obama emitió un decreto de orden ejecutiva que declara a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de los EE.UU. Ordenando a su vez sanciones para siete oficiales del gobierno Bolivariano, aduciendo preocupaciones por la violación de los derechos humanos y a la democracia en el país latinoamericano. ¿Por qué se manifiesta este recrudecimiento o endurecimiento de la agresión imperialista contra Venezuela?

El gobierno venezolano enfrenta una difícil situación nacional y regionalmente. La llamada “década de oro” de las economías latinoamericanas, en la que se protagonizó una expansión económica, permitió sustentar los proyectos populistas y anti-neoliberales de gobiernos progresistas o de izquierda reformista en países como Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela. Como parte de estos procesos se desarrollaron instituciones financieras y para el desarrollo económico regional. Lo que permitió a estos gobiernos funcionar como una especie de bloque regional frente a la hegemonía norteamericana, pero sin romper completamente con ésta. La autonomía relativa creó una percepción aparente de debilidad del imperialismo en la región, sin superar realmente la lógica del desarrollo dependiente de las economías latinoamericanas. Pero la década de oro ha llegado a su fin. Sobre todo, porque las condiciones económicas internacionales, sobre las que se montaron los proyectos de desarrollo nacional y regional de los gobierno de Venezuela, Brasil, Bolivia y Ecuador, han cambiado.

La economía venezolana atraviesa por un periodo de estancamiento producto de la caída de los precios de las materias primas (petróleo, gas, etc.) y la reducción de la demanda de estos productos por los efectos de la crisis en los mercados europeo y chino. El gobierno venezolano depende fuertemente de los recaudos provenientes de este sector de la actividad económica, porque es el pilar principal sobre el que se monta el proyecto populista bolivariano. La mayoría de los logros del proceso revolucionario (expansión económica, aumento, mejora y universalización de servicios básicos, educación, salud, etc.) dependen grandemente de los recaudos provenientes del sector petrolero. Las dificultades de este sector económico reducen la capacidad de maniobra del gobierno para mantener las conquistas del proceso y atender las necesidades y demandas populares. Lo que han utilizado la derecha y la reacción para promover acciones de protesta que desestabilice la institucionalidad bolivariana y debilite las bases de apoyo al gobierno.

La situación interna en Venezuela hace creer en el aparente agotamiento de la opción populista radical. El gobierno bolivariano parece acabársele las opciones y cada vez más se encuentra frente a una encrucijada. O retrocede y redefine su proyecto en la dirección del populismo neoliberal y la oposición tibia al imperialismo de los gobiernos de Brasil, Uruguay, Bolivia y Ecuador. O en cambio comienza a apartarse de la lógica del desarrollo dependiente latinoamericano profundizando y radicalizando el proyecto bolivariano y manteniendo su firme postura anti-imperialista.

Las condiciones regionales también tienen gran influencia en la movida del gobierno norteamericano. Los gobiernos de Brasil y Argentina abrazaron la administración del neoliberalismo, mientras mantienen un discurso y alguna que otra medida populista. Uruguay y Ecuador se mueven en menor medida en esa dirección. También se observa, producto de esta dinámica, un enfriamiento y distanciamiento creciente entre el gobierno de Brasil y el de Venezuela. Un eventual desplazamiento de Brasil más a la derecha y su (re)integración completa al bloque imperialista norteamericano implicaría un duro golpe para el proyecto de integración económica regional. Hay que tomar en cuenta además, el efecto que pueda tener para el proyecto de integración, la apertura de relaciones entre el gobierno cubano y el norteamericano. Este elemento es de vital importancia, ya que Cuba es el principal aliado de Venezuela en la región. Este panorama deja al proceso venezolano como la opción más radical y el referente de la resistencia firmemente anti-imperialista en la zona. Ante esta coyuntura el gobierno de Estados Unidos busca retomar el terreno perdido y adelantar su agenda ante un momento de debilidad relativa en el proyecto de integración regional comandado por Venezuela, Cuba y Brasil. Sin embargo, en la Cumbre de las Américas la iniciativa norteamericana no encontró el camino abierto como proyectaba. El presidente Obama no recibió el respaldo esperado, inclusive por parte de aliados incondicionales en la región, en su ataque al gobierno venezolano. Esto y la falta de consenso para sus propuestas parece poner freno momentáneamente a que se materialicen las expectativas de Washington en la región a corto plazo.

Para lograr restablecer su hegemonía absoluta, el imperialismo tendría que deshacerse de la incómoda presencia del gobierno bolivariano. El gobierno de EE. UU. no puede permitir una radicalización del proceso venezolano, por lo que apuesta a la victoria de la oposición valiéndose de todos los trucos debajo de la manga del Tío Sam. De esta forma buscan profundizar la desestabilización del gobierno, para lo que financian y brindan ayuda técnica a la derecha golpista. La intervención directa se combina ahora con el endurecimiento del ataque público internacional. Retomando su ya trillado discurso de policía regional y mundial defensora de los derechos humanos y la democracia. Desde la institucionalidad imperialista se aporta mediáticamente a la campaña de desinformación, boicot, desabastecimiento y contrarevolución.

No debemos olvidar que el imperialismo marca USA no ha dejado de conspirar contra el gobierno bolivariano. Metieron las manos hasta “jon” con el intento de golpe contra Hugo Chávez y luego de la derrota han continuado financiando la reacción, unas veces más disimuladamente que otras. Luego de las últimas elecciones la oposición de derecha ha utilizado las dificultades económicas y las contradicciones del proceso bolivariano para atacarlo desde diversos frentes. Llegando inclusive al ataque y asesinato de dirigentes populares y funcionarios del gobierno. No es ningún secreto el apoyo que el imperialismo brinda a estos sectores reaccionarios, golpistas y hasta fascistas, por medio de una red de instituciones de derechos humanos y Organizaciones No Gubernamentales (ONG’S). Todas financiadas con fondos del USAID, del Departamento de Estado y el Pentágono.

Los socialistas y las socialistas debemos denunciar y enfrentar firmemente cualquier intento del imperialismo de intervenir en el proceso venezolano. Independientemente de las diferencias y críticas que se le puedan hacer al gobierno bolivariano, al día de hoy es el principal referente de resistencia anti-imperialista y de lucha anti-capitalista en toda América Latina. El aislamiento y la derrota del proceso significarían la pérdida de los avances y victorias que ha logrado la clase trabajadora y el pueblo pobre. Por lo que se hace necesario insistir en la defensa del derecho a la autodeterminación de los pueblos, la defensa de los avances de la llamada revolución bolivariana y la necesidad de radicalizar el proceso como mejor forma de defensa ante la reacción y el imperio. Toda nuestra solidaridad con el pueblo venezolano en lucha.