Perspectivas de una Huelga Nacional

| Publicado el 4 diciembre 2009

Luis Angel Torres Torres

Secretario de Educación Sindical FMPR

Cada día crece más el convencimiento de que nada menos que una huelga nacional indefinida será necesaria para derrotar la ofensiva patronal privatizadora de los ricos y poderosos representados por el gobierno de Fortuño y derogar la nefasta Ley 7. Tan es así que hasta los que le huyen al reto a la Ley 45 como el diablo a la cruz, han tenido que enarbolar incómodamente ese planteamiento, reconociendo el carácter brutal de los miles de despidos y las perspectivas futuras que nos depara la Ley 7 y su primogénita, la Ley de las Alianzas Público Privadas.
Fortuño y su corillo de riquitos, portavoces de un blanquitismo de rancia cultura empresarial digna de una góndola de Walmart, tienen claro su propósito de manejar el país como si fuera una empresa bancaria, sector de donde provienen muchos de ellos. Lo que produce ganancias rápidamente es lo eficiente, lo importante. Lo que no está dentro de ese estreñido concepto de productividad es desechable de inmediato. La voracidad del capital como mecanismo rector de la vida, del trabajo, de la cultura, es el santo y seña de la medicina venenosa para el pueblo y las ganancias para los empresarios encargados, providencialmente, de salvar el país. Ese apego lujurioso a la vendimia capitalista salvaje, es sólo superado por su ignorancia, también salvaje.
Cualquier aprendiz de economista que haya vivido en Puerto Rico durante los últimos 25 años sabe que la economía de este país es machorra, es una mula que no se reproduce, precisamente por la manera voraz, brutal y sin controles, en que se impuso la hegemonía del capital imperialista de Estados Unidos aquí. La crisis fiscal, el enanismo empresarial, el desempleo crónico y el endeudamiento hasta los lerenes, son el fruto del “american way of domination”, implantado en esta colonia del Caribe. El capital estadounidense arruinó la industria del café, convirtió la isla en una finca-fábrica de azúcar y tabaco y cuando le dio la gana, después de arruinar a todo el país, nos impuso las “runnaways factories” de Fomento. Destruida la agricultura, el capital externo nos trajo las petroquímicas y, después de contaminar y despoblar el sur, nos dejaron el monumento al moho de la CORCO y la PPG. Pero como los millones estaban en la industria farmacéutica, convirtieron a Puerto Rico en el principal emporio farmacéutico del mundo, impulsado por la jauja de las 936. Dicho sea de paso, los diversos monopolios farmacéuticos se están comiendo por los rabos, han despedido a miles de trabajadores y algunos gigantes como la SKF, recogieron sus maletas y cerraron operaciones.
En más de 100 años nuestra economía se ha convertido en una región de la economía monopolista de E.U., sujeta a las leyes y determinaciones del Estado norteamericano y sobre todo, subordinada a la inversión de capital externo. Por lo tanto, dentro de ese marco restringido, no hay forma o manera de que se puedan desarrollar significativamente nuevas empresas con capacidad para competir de tu a tu con las grandes empresas de E.U. que controlan la economía colonial. Consciente de ese enanismo empresarial, Fortuño y sus amiguitos del Perpetuo Socorro, pretenden entregar los servicios públicos a la voracidad del capital privado. Para triunfar, esa estrategia patronal privatizadora necesita mantener congelados o si posible reducir los salarios al mínimo, eliminar beneficios y derechos adquiridos, desmantelar toda limitación a la autoridad patronal y destruir o al menos domesticar, a los sindicatos que representan a los trabajadores de las agencias y corporaciones afectadas. En palabras sencillas, Fortuño y los varones del capital quieren poner a los trabajadores en condiciones de miseria y desamparo para poder explotarlos al máximo y obtener jugosas ganancias. La acumulación originaria del capital que mentaba Carlos Marx.
La contradicción es obvia: miseria para los trabajadores, pingues ganancias para el capital. Y después algunos pelafustanes, buscones a sueldo en los medios de prensa, dicen que la lucha de clases no existe en Puerto Rico. Cada vez que Fortuño o alguno de sus blanriquitos abre la boca lo que vomita es lucha de clases a diestra y siniestra. Por lo tanto la estrategia patronal privatizadora no es una “política pública” más, es la expresión de los intereses de clase de unos banqueros, empresarios, grandes comerciantes y voceros políticos de una burguesía que está convencida de que los derechos y conquistas de los trabajadores, las reglamentaciones protectoras y los servicios públicos como los conocemos, son un gran obstáculo para su enriquecimiento.
Se equivocan, por tanto aquellos como el Obispo Vera, que nos dicen que hay que dialogar con Fortuño o que hay que buscar mecanismos de comunicación con el gobierno. Este no es un problema de comunicación ni mucho menos, este es un conflicto clasista donde nos va la vida a los trabajadores. La Ley 7 es un golpe de estado contra los servicios públicos y el estado de derecho vigente, que establece la brutal dictadura del capital. A un golpe de estado no se le responde con diálogo o persuasión entre iguales, se le tiene que combatir con toda la fuerza que el pueblo trabajador pueda acumular, por todos los medios legales e ilegales disponibles. Sí, dije ilegales, pues la legitimidad de los medios de lucha de los trabajadores no puede estar sujeta a las definiciones de la legalidad burguesa.
La naturaleza y contundencia del golpe dicta la naturaleza de la respuesta obrera. Seguro que había que responder y el Paro Nacional fue, entre otras, una gigantesca movilización que revela el potencial de una lucha larga y difícil. Durante las semanas previas se realizaron decenas de actividades; piquetes, desobediencia civil, conferencias de prensa, charlas, paros estudiantiles, etc. anunciando cómo la indignación se convirtió en resistencia, en muy poco tiempo. Sin embargo, no fue hasta cuatro días antes del 15 de octubre que las organizaciones convocantes (AFL-CIO, SEIU y el CPT) anunciaron públicamente que realizarían una concentración frente al Estadio Hiram Bithorn. Todo sin coordinación ni discusión con los demás sectores del movimiento obrero, entre los cuales figuran los de las empresas estratégicas del país. No empece la masividad, el Paro del 15 fue la mejor evidencia de lo que no debe ser un paro y mucho menos, una huelga llamada general.
La Federación de Maestros ha planteado que lo único que puede derrotar la ofensiva patronal privatizadora de Fortuño y su claque de riquitos, es una Huelga Nacional indefinida. Por eso consideramos que la tarea principal que debemos acometer durante los próximos meses es la preparación de las matrículas de los sindicatos y demás organizaciones para organizar una huelga de gran envergadura que golpee contundentemente al gobierno-patrono.
Sin embargo, organizar una Huelga Indefinida no es cáscara de coco; es una tarea de proporciones monumentales que implica un esfuerzo sobrehumano para miles de trabajadores. Decimos huelga indefinida adrede. Una huelga general, que paralice la totalidad o siquiera la mayoría de los sectores de la economía, no es viable en este momento. ¿Por qué decimos esto? La realidad es que de 1,300,000 trabajadores que laboran en las agencias y corporaciones públicas, la industria manufacturera, la banca, el comercio, la transportación, las empresas de seguros, la industria turística, los servicios privados y la construcción, entre otros, sólo unos 140,000 están organizados sindicalmente. La inmensa mayoría no está organizada ni ha estado expuesta a luchas reivindicativas que les motive a lanzarse a la huelga y arriesgar la poca estabilidad de empleo que los cobija. Recordemos que en aquellas empresas privadas donde no existe organización sindical (la mayoría) impera la cruda dictadura patronal.
Por tanto, no es correcto hablar de huelga general cuando sabemos de entrada que esa huelga no es posible ni verdaderamente general, pues la mayoría del pueblo trabajador no va a participar en ella. Es una importante minoría, pero minoría al fin, la que estaría dispuesta a movilizarse y responder al llamado de una huelga indefinida de manera militante. Eso no niega que trabajadores no organizados, sectores estudiantiles, pequeños comerciantes y otros grupos sociales, descontentos con los abusos del gobierno, puedan apoyar militantemente la lucha contra la Ley 7, y aunque no estén dispuestos a lanzarse a la huelga, contribuyan a crear una opinión pública favorable a la huelga e incluso, provean ayuda material y económica al proceso.
Hablando con propiedad y con los pies afincados en la tierra, la huelga que sí tenemos la capacidad de realizar es una HUELGA PARCIAL CON REPERCUSIONES NACIONALES, que impacte los servicios estratégicos de la economía y movilice como elemento complementario, a trabajadores de otras agencias públicas y empresas privadas, estudiantes universitarios y otros sectores sociales y políticos, que masifiquen la lucha y sirvan de caja de resonancia para la huelga. Una acción concertada contundente que eleve la lucha de clases a niveles insospechados y ponga al gobierno de Fortuño contra la pared. Una huelga nacional que ponga a los ricos y poderosos a pagar la crisis con creces.
PARALIZAR LA PRODUCCIÓN EN SECTORES ESTRATÉGICOS DE LA ECONOMÍA
Para que una Huelga Nacional logre presionar efectivamente al gobierno y lo obligue a considerar las demandas de los trabajadores, tiene que paralizar la producción y circulación de mercancías en áreas fundamentales. La producción de energía eléctrica, agua potable, comunicaciones, educación pública, transportación y salud, entre otros, son sectores económicos de importancia estratégica para que la economía y la sociedad funcionen.
Si estamos hablando de una huelga de verdad, esos servicios tienen que ser paralizados desde el primer día para que las fábricas, los centros comerciales, los bancos y otras instalaciones económicas y sociales no puedan operar. Que los dueños del capital sufran las consecuencias en donde les duele, en sus ganancias. Que para capear las pérdidas que le produce la Huelga Nacional se vean obligados a presionar a Fortuño, para que acepte negociar la derogación de la Ley 7. Detener la producción en los sectores vitales de la economía, es el primer requisito de una huelga nacional.
Moraleja: La huelga del pueblo contra la venta de la Telefónica en el verano de 1998 tuvo el apoyo más grande que huelga alguna haya tenido en este país. Pero padeció un problema grave: nunca pudo detener la producción del servicio telefónico, por lo tanto cada día que pasaba los huelguistas se desgastaban y se desmoralizaban. La huelga terminó como el rosario de la aurora y el gobierno vendió la Telefónica.
Detener la producción es por tanto, el nudo gordiano que hay que desatar cuando hablamos de una huelga nacional con posibilidades de éxito. Pero hablarlo es más fácil que hacerlo. En las corporaciones públicas como Energía Eléctrica y Acueductos y Alcantarillados, existe un supervisor por cada tres unionados, precisamente para evitar que una huelga pueda afectar la producción del servicio. Cuando los trabajadores se van a la huelga estos rompehuelgas mantienen funcionando las instalaciones. Para lograr el objetivo de parar la producción en estas empresas, hay que desarrollar una estrategia específica tipo comején que permita desatar toda la fuerza de que es capaz la clase obrera.
LA HUELGA NACIONAL TIENE QUE SER INDEFINIDA Y COMBATIVA
Una huelga nacional con posibilidades de éxito tiene que ser indefinida. Si le ponemos un límite de tiempo de antemano, el patrono se sienta a esperar a que llegue la fecha y nos come los dulces. Por consiguiente, si queremos derrotar la intransigencia del gobierno-patrono, tenemos que prepararnos para una huelga larga, con duras consecuencias y sabiendo que el gobierno nos va a combatir con toda la fuerza represiva que tiene a su disposición. Las huelgas pacíficas no existen, Fortuño nos va a tirar con todo y los trabajadores tenemos que estar dispuestos a contestar con todo lo que tengamos a nuestro alcance. Por algo se dice que toda huelga es una guerra de clases en pequeña escala.
El arma principal que utilizará el patrono para destruir la huelga, como siempre, será la utilización de rompehuelgas a través de los cuales tratará de mantener funcionando las instalaciones. La combatividad de los trabajadores castigando, como se merecen, a los rompehuelgas será un factor cardinal para que la huelga mantenga su fuerza y contundencia durante el tiempo que sea necesario. Las líneas de piquetes serán verdaderos campos de batalla, donde día a día se juega el futuro de la huelga y tenemos que aspirar a que en unos centros de mayor importancia anulemos efectivamente la entrada y salida de los rompehuelgas.
UN PROCESO DEMOCRÁTICO Y PARTICIPATIVO
Una huelga indefinida es una acción de lucha de masas que para lograr la contundencia necesaria para presionar al gobierno-patrono, tiene que ser un proceso ampliamente participativo y democrático. La matrícula debe estar orientada y preparada de tal forma que entienda e internalice el gran sacrificio que un proceso huelgario implica: días o semanas sin cobrar, atraso en las obligaciones económicas, presiones familiares, amenazas de despido, acciones represivas de la policía, entre otras.
Antes de declarar una huelga nacional los trabajadores y trabajadoras que van a afrontar las consecuencias económicas y políticas de una huelga indefinida, tienen que aprobar democráticamente dicha acción. Hay que realizar distintas actividades de discusión y realizar las Asambleas Generales para que los trabajadores tomen las decisiones directamente y elaborar las estrategias de lucha necesarias para paralizar los servicios esenciales. Cualquier llamado que se aparte de esos procesos democráticos es poco responsable y desgraciadamente está abocado al fracaso. Por eso, el Reglamento de la Federación de Maestros establece que para lanzarnos a la huelga, hay que convocar a la Asamblea de Delegados para que apruebe el voto de huelga y posteriormente, convocar a la Asamblea General para que ratifique la voluntad de tirarnos a una huelga indefinida.
La Federación de Maestros es la única organización que ha retado la Ley 45, a través de una huelga militante durante diez gloriosos días, contra el gobierno anti-obrero de Aníbal Acevedo Vilá. Por consiguiente conocemos de primera mano los grandes sacrificios que esa acción de resistencia significó para miles de maestras y maestros que, bajo las más difíciles condiciones, se dieron a respetar frente a un patrono abusador. Durante diez días, con los medios de prensa, los comentaristas radiales a sueldo y los líderes chupacuotas, en contra de la huelga magisterial, haciéndole coro al gobierno-patrono, logramos importantes demandas para los maestros y demás docentes. Si hubiésemos tenido la capacidad para mantenernos en huelga indefinidamente, de seguro hubiésemos obtenido todas las demandas que exigíamos.
COORDINACIÓN DEMOCRÁTICA ENTRE LAS ORGANIZACIONES PARTICIPANTES
Nos preocupa sobremanera que dirigentes de la AFL-CIO y Change To Win, que nunca han retado la Ley 45, estén llamando a una supuesta huelga general sin discutirlo con sindicatos militantes que representamos a sectores sociales fundamentales, y sin establecer la debida coordinación entre todos los sectores que son necesarios para lograr una huelga indefinida exitosa. Una huelga “general” o parcial no se puede decretar desde una conferencia de prensa, es un proceso que amerita coordinación entre todos los implicados y que se tomen las medidas para garantizar que, por lo menos, se paralicen los resortes fundamentales de la economía indefinidamente hasta que se logre un acuerdo para derogar la Ley 7. La huelga debe ser coordinada por un Comité Nacional de Huelga representativo de los sectores obreros que van a parar las labores en sus distintos centros de trabajo. El que no va a parar puede apoyar pero no puede dirigir.
Ningún sector le puede imponer a los otros, cuándo y cómo se va a desarrollar la huelga nacional. Todos los sectores participantes tienen que ser tomados en consideración y tener las mismas atribuciones a la hora de tomar las decisiones. Suena por tanto a un chiste de mal gusto escuchar a Lole Rodríguez Báez, dirigente de la AFL-CIO, decir que todo está listo para la huelga general, e incluso que ya tienen la fecha. ¿Quién le dio a estos líderes la autoridad para decidir sobre una huelga “general”? ¿Qué sectores estratégicos de la economía organizan ellos que puedan poner en jaque al gobierno si se declaran en huelga por sí solos?
Peor aún, la mayoría de los sindicatos que componen esa coalición no ha realizado asambleas generales de sus miembros que hayan respaldado una convocatoria a la huelga, conscientes de las severas consecuencias que ese proceso exige. Ese liderato le teme a la Ley 45 como el vampiro a la luz solar, de hecho dos de las uniones más grandes de esa coalición, la UAW y la SPU, han expresado con claridad que no se van a arriesgar a que los desertifiquen por retar la Ley 45. ¿De qué huelga general es que están hablando? ¿Una huelga mediática, que llama al pueblo a la calle, pero realmente es un aguaje porque el liderato de esas uniones no quiere arriesgar las cuotas que pagan sus afiliados?
Otro grave problema que confrontan estas uniones burocráticas es que acostumbraron a sus afiliados a no luchar, a temerle a la huelga y a la confrontación de clases. ¿Cómo van a lograr ahora que esos mismos trabajadores se lancen a luchar militantemente, corriendo los riesgos que implica una huelga indefinida? Si se atrevieran a retar la Ley 45, cosa que dudamos, cualquier llamado que hagan caerá en el vacío. Es evidente por tanto, que si algún sector no debe estar hablando de huelga “general” sin contar con los sectores sindicales combativos, es la coalición de marras.
Tenemos que cuidarnos de los espejismos sindicales. Algunos dirigentes piensan que los problemas de coordinación se deben resolver entre los representantes de las tendencias sindicales que ellos, hiperbólicamente llaman centrales, cuando en realidad, son si acaso trapiches sindicales. Si esperamos a que la burocracia se ponga de acuerdo, nunca realizaremos más allá de un paro llamado “general”, pero que para muy poco, y las matrículas seguirán siendo espectadoras dentro de la guerra mediática cuya primera víctima es la democracia sindical. Es innegable que todas las mal llamadas centrales (AFL-CIO, SEIU, CPT y la Coordinadora) tienen en su seno una mayoría de organizaciones que no están dispuestas a lanzarse a la huelga. Incluso algunos alegan que “la huelga está pasada de moda” y otros, predican que “la mejor huelga es la que no se hace”. Por tanto, la mejor manera de matar la idea de una huelga nacional es dejársela exclusivamente en manos a las centrales o trapiches sindicales. Se impone por tanto, la coordinación bilateral, entre organizaciones que sí están dispuestas a irse a la huelga y están preparando a sus matrículas para el combate.
UNA ACERTADA ESTRATEGIA DE HUELGA NACIONAL
Una huelga no se improvisa, mucho menos una huelga que pretenda detener los principales sectores económicos del país. Una de las importantes tareas que el Comité Nacional de Huelga tiene que acometer es el diseño de una Estrategia de Huelga que tome en consideración aspectos fundamentales para que la misma sea exitosa. Es necesario discutir: la constitución de los Comités de Huelga, el momento más apropiado para decretar la huelga, la preparación de las matrículas, la logística material para defender las líneas de piquete, los Comités de Sobo, mecanismos para detener la producción en aquellas áreas neurálgicas, trabajar el apoyo de los distintos sectores del pueblo, actividades de movilización y concentración de los huelguistas, acciones de desobediencia civil para detener algunos centros de importancia particular, etc. Esas tareas no se pueden inventar de la noche a la mañana, requieren tiempo y dedicación para asegurar que la huelga sea lo más contundente posible.
Aunque parezca una ingenuidad hay que establecer con claridad los objetivos de la huelga nacional y su relación con las demandas particulares de los distintos sectores sociales involucrados en la lucha. Todos estamos de acuerdo en derogar la Ley 7, pero para los trabajadores de las corporaciones públicas hay que añadir derogar la Ley de las Alianzas Público Privadas (APP), otros sectores también plantearán sus reivindicaciones particulares. Por consiguiente, se tiene que desarrollar una discusión que clarifique el alcance de la huelga y establezca las demandas unitarias fundamentales por las cuales nos vamos a ir hasta el fondo. Obviamente, en movimientos de masas de gran magnitud como el que estamos prefigurando, unos sectores serán más combativos que otros, unos se debilitarán primero y otros resistirán más y quizás, otros no puedan continuar la huelga y planteen detener la lucha. Sólo la discusión colectiva, la solidaridad y la coordinación más estrecha, pueden acometer estos retos.
¿PARA QUÉ SIRVE UNA UNIÓN QUE NO DEFIENDE A SUS AFILIADOS?
Estamos conscientes de las grandes dificultades que la organización de una acción de masas como una huelga parcial con repercusiones nacionales enfrenta. Pero también estamos convencidos de que si no actuamos desde ahora en esa dirección, después va a ser muy tarde para ablandar habichuelas. Si no hacemos un esfuerzo, que sabemos de antemano será colosal, para detener la aplanadora privatizadora de la Ley 7 y las APP, cuando estemos despachurrados no tendremos opción alguna. Sobrevivir en espera de mejores tiempos no puede ser la alternativa.
Los sindicatos que son verdaderos instrumentos de lucha, sobreviven luchando, combatiendo, con todos los medios a su alcance, conscientes de que toda lucha acarrea la posibilidad de no lograr los objetivos trazados o sencillamente, ser derrotado. Pero siempre es más aleccionador perder luchando que entregarse, esperando las condiciones ideales que nunca llegan. Cuando se lucha hasta las últimas consecuencias, aunque se pierda la batalla, por lo general se gana en desarrollo de la consciencia de clase de los trabajadores y en su disposición a sacrificarse y prepararse para las batallas futuras. Incluso, si bien en algunos enfrentamientos clasistas no se logra derrotar al patrono en lo inmediato, se puede lograr que la ofensiva y los planes del patrono se alteren o detengan parcialmente, ante la fuerza y la combatividad de los trabajadores en lucha.
Esa fue una de las grandes lecciones de la Huelga Magisterial del 2008. No logramos el Convenio que nos merecemos los maestros y maestras, pero ante la disyuntiva de lucha o entrega, nos dimos a respetar en una huelga de diez intensos días y entre otras cosas, logramos importantes aumentos de salario y mejor aun, detuvimos la implantación de las escuelas chárter. La ganancia neta en términos de desarrollo de la consciencia de clase de amplios sectores del magisterio fue sin duda incalculable. Tan es así que en menos de un año, reclutamos a más de 11,000 miembros pagando cuota voluntariamente y derrotamos a la alianza patronal – SEIU – ASOMA, entre otros importantes logros. Sin olvidar que optamos por luchar hasta las últimas consecuencias y nos fuimos a la huelga, en el contexto de la ofensiva patronal más destructiva y brutal que sindicato alguno haya tenido que enfrentar.
Los sindicatos de las corporaciones públicas como Energía Eléctrica, Acueductos y Alcantarillados, la Corporación del Fondo del Seguro del Estado, Edificios Públicos, Centro Médico, la Universidad de Puerto Rico y la AMA, entre otros, enfrentan hoy una coyuntura político-sindical muy parecida a la que enfrentó la Federación de Maestros. La Ley que establece las Alianzas Público Privadas (APP) va dirigida a privatizar áreas neurálgicas de esas corporaciones para entregárselas a la voracidad del capital privado. Miles de trabajadores miembros de las uniones de esas empresas serán privatizados o despedidos, sin respeto a los convenios colectivos existentes. La ley es clara: Quedan eliminadas las cláusulas de los convenios que prohíban o limiten la transferencia de funciones, servicios, instalaciones y empleados de las agencias que se van a privatizar.
Pero la destrucción o domesticación de los sindicatos no es la única consecuencia. Las APP persiguen el desmantelamiento del derecho colectivo a disfrutar de unos servicios públicos esenciales de calidad al menor costo posible garantizados por el estado. Lo que se conoce como el salario social está a punto de comenzar a desaparecer lo cual producirá el empobrecimiento y miseria progresiva de vastos sectores de los trabajadores cuyos ingresos son muy bajos. La experiencia de la venta de la Telefónica tiene que ser aleccionadora; el capital privado devoró a la empresa y el servicio telefónico está en su peor momento. Ese caos en grande, es lo que nos espera si Fortuño y las APP se salen con la suya.
¿Qué están esperando las uniones aludidas para articular acciones concertadas entre sí y con otros sectores como la Federación de Maestros, ante lo que les viene encima? ¿Están orientando y preparando a sus matrículas para lanzarse a la calle? ¿Van a esperar a que lleguen mejores días o se van a jugar ahora el todo por el todo para defender a sus afiliados? La disyuntiva no admite turbidez: Privatización o Huelga. Ya el liderato de la Federación comenzó a reunirse con el liderato de algunas de estas uniones y esperamos que las gestiones rindan frutos.
La Federación de Maestros está en la mejor disposición de coordinar con todos los sectores del movimiento obrero los trabajos conducentes a una huelga indefinida dentro y fuera del Departamento de Educación. Pero debe quedar claro, que esa coordinación tiene que ser un proceso multilateral que asegure los objetivos planteados. En el campo de la lucha de clases, los aguajes, aún cuando sean bien intencionados, sólo producen desastres.
Hemos sido claros con el magisterio y las comunidades escolares en que la defensa irreductible de la escuela pública y nuestros derechos adquiridos, no depende de que los demás sectores se tiren a luchar o de las posibilidades de una Huelga Nacional. Ese último sería el mejor escenario, pero no puede ser el único. Nuestra Asamblea de Delegados mandató al Comité Ejecutivo a que “elaborara un Plan de Lucha dirigido a orientar y movilizar a la matrícula federada y al magisterio en general, para prepararnos para desarrollar las acciones contundentes que sean necesarias, incluyendo la huelga, para lograr la derogación de la Ley #7.”

Ese mandato se está cumpliendo. Si desgraciadamente, las demás uniones, particularmente las de las corporaciones públicas, optan por no coordinar con nosotros acciones concertadas dirigidas a una Huelga Nacional, la Federación de Maestros va a escalar la resistencia y no va a permitir sin luchar que nos impongan las chárter y nos tumben los derechos que tanto esfuerzo y sacrificio nos han costado. Oportunamente el próximo semestre convocaremos a la Asamblea de Delegados y a la Asamblea de General de la FMPR para discutir y aprobar el voto de huelga correspondiente y poner a la organización en posición de derrotar la ofensiva patronal privatizadora en el Departamento de Educación. Si otros no luchan hasta el fondo, esa es su prerrogativa y su responsabilidad ante la historia.

¡NO HAY TRIUNFO SIN LUCHA; NI LUCHA SIN SACRIFICIO!