Hoy en día es raro encontrarse con alguien que no haya usado ChatGPT. Estudiantes lo utilizan para hacer ensayos, padres para ayudar a sus hijos con sus asignaciones y cuando tienes una duda de algún tema ya no le preguntas a Google, ahora le preguntas a ChatGPT. Su presencia en los espacios de trabajo crece aceleradamente, desplazando tareas que antes realizaban personas.
ChatGPT es uno de muchos modelos de inteligencia artificial (IA) entrenados para comprender y generar lenguaje humano. Es una herramienta poderosa que facilita la búsqueda de información y simplifica procesos, pero también plantea una inquietud fundamental: ¿qué pasará con los empleos que la IA podría eliminar?
“Esto ya ha pasado antes; cada revolución tecnológica ha traído pérdida de empleos. Pero también se crean nuevos trabajos, y con esta revolución de la IA se van a crear muchísimos más”, son las palabras de Raj Mukherjee, vicepresidente ejecutivo de la plataforma de empleo más grande del mundo, Indeed.
Este tipo de discurso se ha escuchado antes. La Revolución Industrial introdujo hiladoras y trilladoras mecánicas que redujeron drásticamente el trabajo manual. La Revolución Digital del siglo XX reemplazó muchos trabajos de oficina tradicionales, trabajos de atención al cliente y muchos más con computadoras e internet.
Sí se generaron nuevos trabajos, pero el efecto inmediato fue claro: menos empleos y salarios más bajos. En 1846, obreros textiles lo denunciaron en La Voz de la Industria: “Es tema de comentario y queja general, entre los obreros, que mientras ahora atienden tres o cuatro telares, cuando antes atendían solo dos, produciendo casi el doble de yardas de tela, el pago no se les ha aumentado, mientras que la ganancia para los dueños es muy grande. ¿Es esto justo?”
El patrón se mantiene. Según el Economic Policy Institute, entre 1979 y 2025 la productividad laboral en Estados Unidos aumentó 87.3%, mientras los salarios solo subieron 33%. Producimos más que nunca, pero la mayoría no recibe el beneficio de su trabajo.
La IA promete aumentar aún más la productividad. Geoffrey Hinton, conocido como el padrino de la IA, advierte en una entrevista de The Financial Times: “Lo que en realidad va a pasar es que los ricos van a usar la IA para reemplazar trabajadores. Esto va a crear un desempleo masivo y un aumento enorme en las ganancias. Hará que unas pocas personas se hagan mucho más ricas y que la mayoría de la gente sea más pobre. Eso no es culpa de la IA, es el sistema capitalista.”
El Foro Económico Mundial proyecta que unos 92 millones de empleos podrían ser desplazados globalmente para 2030 a causa de la IA y la automatización. Los más vulnerables incluyen cajeros, recepcionistas, asistentes administrativos, contables, digitadores y personal de servicio al cliente.
Muchos de estos trabajos en riesgo de ser desplazados por la IA requieren formación universitaria, lo que demuestra que más estudios ya no garantizan seguridad laboral. Por el momento, empleos manuales, como plomeros, electricistas, carpinteros o mecánicos corren menos riesgo de ser sustituidos. Pero la solución no puede ser que todos nos dediquemos a estos oficios. Son esenciales y valiosos, sí, pero el problema es estructural, no individual. Sin regulaciones gubernamentales firmes y sin mayor control de la clase trabajadora sobre la implementación de estas tecnologías, los beneficios de la IA no llegarán a la mayoría.
La administración de Donald Trump llegó a proponer una moratoria estatal de 10 años que prohibía la aplicación de leyes locales sobre IA. Aunque la medida fue revisada, dejó claro que a esa administración no le interesa regular el desarrollo de esta tecnología.
En Puerto Rico, estas ocupaciones representan una parte significativa del mercado laboral. En una economía tan frágil como la nuestra, una reducción de plazas de este tipo sería especialmente preocupante.
La IA es una herramienta, y como toda herramienta, su impacto depende de quién la controle. Bajo el sistema capitalista, los beneficios tienden a concentrarse en unos pocos, mientras la clase trabajadora enfrenta mayor precariedad. La historia ha demostrado que cada nueva tecnología promete liberarnos de cargas laborales, pero casi siempre termina reduciendo empleos y salarios.
La inteligencia artificial representa, sin duda, una revolución para el mundo laboral. Pero sin un mayor control de la clase trabajadora y sin regulaciones firmes que realmente beneficien a la mayoría, difícilmente se convertirá en el sueño de prosperidad que hoy nos quieren vender.