La única forma de lograr la independencia es convenciendo a la gente común de que es conveniente, deseable y urgente. Los debates leguleyos de cómo lograr la independencia nos enajenan de la gente común a la que le importa poco si el Tratado de París es nulo, mientras sus hijos e hijas estudian en escuelas deterioradas. Reducir la independencia a un asunto de dignidad y amor a la patria invita al que trabaja para subsistir a preguntarse ¿cómo alimentar al bebé con dignidad? ¿Cuánta patria más tengo que sudar para ganarme un descanso?
Hablar de la independencia desde la perspectiva del derecho internacional es bonito para las barras alrededor de la ONU pero hay que convencer a la gente de la calle de al lado, necesitamos convencer a la gran mayoría. No es suficiente con tener la razón, el derecho internacional y el tribunal celestial de tu lado. Si no creamos un problema político para el imperialismo norteamericano, seguiremos siendo la colonia más antigua del mundo.
Cualquier independencia no va a convencer a la gente. Si bien es cierto que en los últimos años se ha visto un crecimiento económico en países cercanos, la gente sabe que ese crecimiento económico no siempre representa una mejoría en el bolsillo de la gente que necesita un trabajo para sobrevivir.
La amenaza de vivir “como en las repúblicas” si llega la independencia no genera las mismas respuestas viscerales que generaban durante los años de la guerra fría, pero ese miedo se mantiene como un espectro que ni llega al purgatorio ni se desvanece. Ese discurso aún influye en sectores, principalmente de mayor edad, o cercanos a instituciones de derecha, conservadoras y neo-fascistas como ciertas iglesias protestantes y católicas. Contradictoriamente, esa gente también suelen ser gente de clase trabajadora, pobre, que vive en zonas marginadas.
No debemos olvidar, también, las graves injusticias que se cometieron en nombre del socialismo, que si bien no son el socialismo al que aspiramos tampoco podemos despacharlas como si no ocurrieron. Nuestro socialismo debe prometer libertad y democracia, más libertad y democracia que la que nos da la burguesía hoy. Esa historia del socialismo autoritario todavía influye en las aspiraciones de libertad política dentro de la colonia para mucha gente en nuestro país.
La gente común en Puerto Rico no es boba, sabe que en muchos países independientes no hay justicia, están plagados de corrupción, el estado es arbitrario en la protección de los derechos más básicos, hay persecusión de las minorías étnicas, raciales y políticas. El machismo, los feminicidios y el odio a la diversidad de género está normalizado en muchos países independientes.
Sabemos que esta visión del mundo está matizada por los énfasis que colocan los medios de comunicación, particularmente a la hora de juzgar los países cuyos lideratos se autodenominan socialistas o de izquierdas. Lamentablemente esta percepción no dista mucho de la realidad: la corrupción, las injusticias, la falta de instituciones confiables plagan muchos de los estados latinoamericanos, incluso de aquellos que consideramos amigos de la independencia.
Lo que sí ha cambiado en los últimos años es que el manto de ilusión sobre los Estados Unidos se ha ido desvelando. La estatua de la libertad mira al piso, avergonzada. Las redes sociales abrieron un foro de discusión y proyección a los sectores políticos críticos de la sociedad norteamericana que habían sido bloqueados por décadas. La descomposición social en los Estados Unidos, la falta de vivienda accesible a la clase trabajadora, los bajos salarios, la falta de organización sindical, el abuso racial contra la gente negra, el discrimen contra los latinoamericanos ya no son cuestión de un chiste que ocasionalmente lanza un comediante, es una realidad plasmada en videos de corta duración en Instagram.
La imagen del sueño americano ha quedado cuestionada en las mentes de muchos jóvenes. Algunos han viajado a los Estados Unidos y vivieron en carne propia que el imperio no es más que otro estado corrupto que no protege a la gente común.
Este cambio en la actitud de la gente en torno a la independencia se vió reflejado en el resultado electoral del plebiscito. No es poca cosa que estudiantes en los simulacros de las escuelas públicas votaron abrumadoramente por la independencia. El país no provee futuro para la gente joven y la independencia representa un cambio que podría traer una mejoría. Falta mucho por construir entre este sector, si no lo hacemos el bobo-criao del PPD los jala pa su lao.
El escenario que estamos viviendo hoy, producto de las políticas del presidente Donald Trump, convierten a la independencia no sólo en un asunto deseable sino en uno de supervivencia. El estado fascista que se impone desde la Casa Blanca con aprobación del Congreso y que podría degenerar en una dictadura vitalicia, pone en juego nuestras vidas.
Las agencias federales van perdiendo todo su carácter gubernamental y se convierten en instrumentos del ala más conservadora del partido republicano. Las bases raciales de las políticas neoliberales se acrecentaron y pondrán en juego nuestro futuro. Si aún no hemos superado al huracán María, imaginate cuando venga el próximo.
Incluso antes de la llegada de Trump, podemos atribuir muchos de los grandes fallos de nuestro sistema de gobierno a la injerencia del gobierno federal. Mucho se habla de que la Junta de Control Fiscal vino a enderezar las finanzas, pero nada ha hecho para detener la corrupción, disminuir el gasto en contratos, proteger los servicios y salvar las pensiones.
La Junta de Control Fiscal vino a imponer la más cruda versión del capital pues han metido la mano hasta en asuntos que no son de su jurisdicción como derechos laborales en la empresa privada, el salario mínimo y otros asuntos que no inciden en el gasto público. La JCF impone su visión neoliberal por la fuerza y garantiza los intereses económicos de la burguesía local. El gobierno de Trump removió a los miembros de la Junta, pero no para darnos la libertad sino para que esa junta garantice los intereses económicos de su sector de la burguesía.
Demás está decir que Puerto Rico produce ganancias exorbitantes para las empresas foráneas y locales. La inversión de capital en nuestro país tiene uno de los rendimientos más altos de la región. Incluso a pesar de los daños a la infraestructura producto del abandono gubernamental, del robo, y de las crisis climáticas, nuestro país sigue siendo un negocio redondo para las burguesías norteamericanas.
Esas riquezas se producen a costa nuestra. Mientras nuestra clase trabajadora produce estas empresas extraen ganancias usando nuestros recursos naturales. La mayoría ni siquiera aporta lo adecuado para reconstruir el uso de la infraestructura de la que se sirven. Esta es nuestra principal ganancia con la independencia socialista, las riquezas que nuestro país puede producir tienen que asegurar una mejoría en la calidad de la vida de la gente. El tribunal federal es el principal aliado de estas empresas y nuestra condición colonial nos impide establecer nuevas formas de inversión que aporten al desarrollo del país.
Cuando vamos agencia por agencia podemos señalar como las leyes federales son las que muchas veces nos impiden tomar control sobre nuestro futuro.
En el Departamento de Educación han sido los más de 25 años de colonialismo educativo que han trastocado nuestras escuelas. La incapacidad de adaptar el currículo a las necesidades de la comunidad, el énfasis en las pruebas estandarizadas, el despilfarro de dinero en contratos a empresas privadas, la eliminación de derechos del magisterio y el desvío de fondos a escuelas charter son las verdaderas causas del sistema en crisis. Mientras más dinero federal se trae peor han quedado las escuelas. La mal llamada rendición de cuentas del magisterio no es otra cosa que una política federal de desestabilización para destruir la escuela pública y financiar proyectos privados.
En la Universidad de Puerto Rico se imponen políticas federales por medio del chantaje del financiamiento y las acreditaciones. De la misma forma podemos mencionar como las políticas federales en Energía Eléctrica, Acueductos y las Telecomunicaciones nos han destruido lo que era una infraestructura funcional y de alta calidad en manos del pueblo. Lo que ha fracasado en estas empresas no es la gente trabajadora, son las políticas impuestas para privatizar y destruir desde adentro a las autoridades.
Uno de los grandes aciertos del gobierno federal fue la protección del medioambiente. Nuestra constitución incluso se le fue por encima en ese espíritu de proteger los recursos naturales para hoy y para mañana. En contraste, hoy las políticas desreguladoras de la gobernadora Jennifer González son avaladas por las agencias federales.
Derogar 251 reglamentos para facilitar el pillaje no debe ser un “flex”. Desregular permite que los Trump, Gonzalez, Milei y Bukele favorezcan a sus amigos del alma. Tanto la EPA, como el Cuerpo de Ingenieros del Ejército son herramientas de los ricos para imponer sus políticas. Atrás quedó la época en dónde el gobierno federal podría representar un aliado de las luchas ambientales.
Sin embargo, rechazar todo lo malo del imperialismo fascista de los Estados Unidos y su presidente Donald Trump no es suficiente si no proponemos alternativas que mejoren las condiciones de la gente bajo la independencia. El programa de la independencia debe contener medidas que superen los beneficios que ya tenemos bajo el gobierno federal.
Si bien el gobierno de Trump ha puesto en juego muchas de las transferencias federales, no podemos dejar de enfatizar que estas no son dádivas sino que forman parte de los aparatos de control del estado para garantizar la producción de mercancías. Estas transferencias son el resultado de años de resistencia y de lucha, y si por algo debemos luchar es por que se garantice la calidad de vida de la gente. El discurso moralista sobre la gente que recibe cupones, típico de los independentistas de la Placita Roosevelt, también nos enajena del pueblo trabajador y desempleado.
La independencia a la que aspiramos debe hablar de acceso universal a la salud, dónde los hospitales provean los servicios de forma gratuita. El medicare y el medicaid proveen un modelo de acceso a la salud, nos toca subir la vara y en ese sentido considero la propuesta del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) como un paso importante. Esta propuesta, sin embargo, no será del agrado de las aseguradoras y de algunos dueños de hospitales, por lo que en su momento se tendrá que hablar de un sistema de salud público para garantizar que no sean los intereses económicos quienes tomen las decisiones sobre dónde se abre un hospital.
Un país independiente que muestra la más abierta solidaridad y apertura a toda la diversidad de géneros, etnias, nacionalidades y colores de piel es la mejor independencia para convencer a la juventud. Mientras los conservadores intensifican sus políticas de odio, la juventud rompe con fuerza contra toda esa visión. Nuestra independencia puede ser un lugar seguro para la gente LGBT, Trans, con diversidad funcional, etc. La política de nuestra independencia y socialismo tiene que tener un alto contenido de perspectiva de género y que al que no le guste que siga votando por Rodríguez Veve.
El seguro social, que lo pagamos nosotros con nuestros salarios, forma la base de un sistema de seguridad social y otro ejemplo de las conquistas que nuestra clase trabajadora obtuvo bajo el colonialismo. Bajo la independencia debemos hablar de un sistema de retiro universal, dónde incluso personas que no devengan salarios formales tengan una vida digna durante la vejez. Las personas marginadas del trabajo formal, ya sea trabajadores a cuenta propia, chiveros o incluso personas dedicadas al cuidado de familiares tienen derecho a una vida digna. La canasta básica de la independencia debe garantizar alimentación adecuada por medio del fortalecimiento de la agricultura nacional. Los cupones de alimentos no pueden ser un mecanismo de chantaje sino un derecho de todxs.
La Universidad de Puerto Rico podría generar un financiamiento adecuado por medio de la matrícula ajustada a los ingresos, de forma que se otorgue exención total y hasta becas a primeras generaciones y familias con bajos ingresos. El contenido de la educación debe estar atado a una concepción de desarrollo del país, no de desarrollo económico en el sentido de fábricas y generación de riquezas para unos pocos. La independencia debe considerar el desarrollo económico como un asunto integral del acceso de todas y todos a las riquezas que este país produce.
Para convencer a la gente de que la independencia es urgente y necesaria tenemos que sacar a pasear todas esas propuestas programáticas. No podemos seguir intentando encajar en los debates de la “opinión pública”. Cuando Pabón Roca y Díaz Olivo vuelven todo problema en uno de relaciones públicas o comunicaciones lo que nos están diciendo es que no les interesa resolver los problemas, sino vendernos la misma paleta de mierda con diferente palito. Nuestras propuestas no van a encajar jamás en ese escenario, hay que romper el cerco.
Es hora de hablar del socialismo y la independencia para la gente común. El independentismo tiene que dejar los sueños y añoranzas de un pasado que nunca existió; eso que se lo crean los populares. La independencia puede llegar hasta por decreto, pero el socialismo garantiza que el país quede en manos de la gente.
Otra víctima más de la falacia de que tenemos que «convencer a la mayoría» para lograr la independencia- un derecho inalineable. Si hay una mayoría que convencer, no es a la población, sino a los jóvenes revolucionarios para que se organicen y saquen de raíz a este gobierno colonial corrupto que es ilegítimo por naturaleza, declaren la República y convoquen a una Asamblea Constituyente para redactar la constitución de una república libre, soberana y gobernada por el pueblo trabajador Mientras esto no ocurra, seguiremos de protesta en protesta cogiendo palos, mientras el gobierno colonial le sigue entregando nuestras viviendas y nuestros recursos naturales a los que invadieron nuestro pais. iCOÑO DESPIERTA, BORICUA!