Desde el inicio del año escolar en agosto 2025 se han hecho virales múltiples situaciones de violencia entre estudiantes en diferentes planteles del país. Son imágenes preocupantes y distantes a la sociedad que aspiramos y por la que luchamos las personas socialistas. Sin embargo, la discusión que se debe tener es sobre los factores que provocan realmente la violencia en nuestras escuelas y si se trata de un fenómeno nuevo o de un problema histórico que se manifiesta de otras formas.
La realidad es que a menos que haya datos que demuestren lo contrario, no existe un aumento desmedido ni fuera de control, como intentan proyectar los principales medios de comunicación. Hoy día contamos con tecnología que permite grabar, transmitir en vivo y compartir instantáneamente, creando una percepción de mayor frecuencia. Pero la violencia escolar no nació con los celulares: basta recordar la década del 90, cuando campañas como la Mano dura contra el crimen o la Zona escolar libre de drogas y armas impusieron políticas punitivas que criminalizaron a la juventud pobre de nuestras escuelas públicas. Lejos de resolver lo que alegaban combatir, generaron dinámicas de discriminación y contribuyeron a crear un clima de violencia. Lo que si persiste es un país precarizado por gobiernos capitalistas y neoliberales, incapaces de garantizar salud, vivienda, educación y empleos dignos. Con escuelas sin atender el grave problema de calor extremo, con falta de maestras y asistentes de educación especial y otros tantos problemas que se repiten cada año. Estas violencias del Estado se reproducen a su vez en la cotidianidad, incluyendo las relaciones sociales en el escenario escolar. Vivimos en una colonia violenta, con una gobernadora que se jacta de apoyar que usen nuestra tierra para prácticas de guerra y de amenazar la soberanía de otros pueblos. En ese marco no sorprende que la violencia se normalice en los espacios donde la mayoría de la niñez y juventud tiene sus procesos de socialización más importantes.