Luchar por la independencia de Puerto Rico no se limita a un asunto económico; es una causa profundamente ligada a la justicia social. Esta lucha debe estar acompañada de mejoras reales para la clase trabajadora y pobre del país. Cuando hablamos de beneficios, es imperativo incluir temas como la seguridad, la salud y la dignidad humana.
En particular, es urgente enfrentar el problema del narcotráfico y el uso de drogas. Todos los días vemos cómo aumentan los asesinatos y sabemos de personas que han sufrido una sobredosis. La cifra de personas encarceladas de la clase trabajadora y pobre es alarmante. Las políticas represivas, —la llamada Guerra contra las drogas y su versión colonial, Mano dura contra el crimen— han fracasado estrepitosamente: en vez de resolver el problema, lo han agravado.
Dichas políticas criminalizan el uso de drogas, catalogándolo como una desviación moral que debe de corregirse con cárcel, iglesias y psiquiatras. No reconocen lo evidente: se trata de un problema social y de salud pública que requiere de soluciones distintas, radicales y humanas. No es casualidad que, con la entrada del neoliberalismo, también se han impuesto estas medidas represivas. Mientras se castiga a la gente trabajadora y pobre, se permite que los grandes narcotraficantes, ligados a los sectores ricos, actúen con impunidad.
Si queremos un país diferente, con políticas basadas en la ciencia y no en experimentos fallidos, necesitamos cambiar de raíz. Por eso, hacemos un llamado a luchar por una independencia socialista. Un Puerto Rico soberano y socialista forjará un país distinto: uno que no condene a sus ciudadanos por sufrir adicciones, sino que les ofrezca apoyo y recuperación, y que reduzca de forma contundente la violencia y los asesinatos que laceran nuestro derecho a vivir en paz.. La independencia socialista significa liberarnos de modelos impuestos desde los Estados Unidos, donde se gastan millones de dólares sin resultado.
Con soberanía y equidad social, podríamos implementar soluciones humanas y efectivas: servicios de salud física y mental, gratuitos y de calidad, así como programas de prevención y recuperación verdadera. Esa es la independencia que necesitamos: una que ponga la vida, la justicia y la dignidad de nuestro pueblo en el centro.