Cuando analizamos cómo se están implementando las decisiones que no llegan ni a la legislatura y las formas en que estamos siendo gobernados mediante órdenes ejecutivas, debemos plantearnos: si el gobierno opera evadiendo la legislatura mediante la puesta en práctica de órdenes ejecutivas con artimañas mafiosas y gansteriles detrás de los anabólicos y las armas de la unidad de operaciones tácticas, ¿por qué nosotros cuando salimos a protestar, debemos comportarnos dentro de los parámetros del marco legal propios del estado de derecho?
Si interpretamos las órdenes ejecutivas como acciones ilegales podemos irnos preparando para no aceptarlas. Esto muchas veces se traduce en desafíos y confrontaciones directas con la fuerza de choque, y con las vitrinas y cristales de la propiedad privada de las corporaciones las cuales por no tener conciencia moral no serán salvadas por la Enmienda 14 del 1868. Las corporaciones cuya única conciencia moral es hacer dinero sin escrúpulos, se convierten en entidades y no en “personas de carne y hueso», como pretende imponer dicha enmienda. Por lo tanto, así como afirmamos que las corporaciones no deben gozar de los derechos de las personas, no tienen cubierta en su póliza de seguros que las proteja del peligro del daño que sabemos causar cuando canalizamos nuestra ira justamente, enemigo en común de nuestra insurrección rebelde y voluntad de lucha trascendiendo el cántico de canciones, las consignas y el piquete, solo dentro de las zonas estipuladas por la policía.
Seamos la causa de la pérdida por hecho fortuito, el riesgo excluido de la póliza del capital. Así volveremos colectivo nuestro poder individual. Si llevamos al banco la lógica de manifestarnos legalmente y sacamos a pasear el escenario que nos permite imaginar la conquista del derecho a la violencia revolucionaria, pensar el consumo desde el boicot económico y en qué tipo de manifestaciones necesitamos, en dónde y cómo llevarlas a cabo para que tengan que reclamarle al seguro y le ocasionen largas pérdidas económicas al monopolio estatal de la violencia. Si nos tiramos a la calle, que sea para activar la violencia revolucionaria como dispositivo de conquista de derechos. Reconquistar lo que nos han usurpado a veces es tan sencillo como enfrentar el discurso de la narrativa estéril y clasemediera de la academia en el salón de clases y otras veces tan complicado como articular el eje de poder para problematizar la paz y la protesta y construir la respuesta al gobierno autoritario de Jennifer González.