Culmina una etapa, la lucha sigue en Venezuela, América Latina y el mundo

| Publicado el 6 marzo 2013

Hugo Rafael Chávez Frías (1954-2013)

Mié, 2013-03-06 22:23
Foto por:Internet
Josean Laguarta Ramírez
Bandera Roja

El 5 de marzo de 2013 falleció a los 58 años, como consecuencia de las complicaciones causadas por un cáncer de casi dos años, quien fuera presidente de Venezuela y principal líder del proceso continental que se ha llegado a conocer como “Revolución Bolivariana”. De esta manera culmina el primer capítulo de ese proceso, durante el cual la figura del compañero Hugo Chávez fuese su referente principal, para abrirse uno nuevo en que el pueblo pobre y trabajador venezolano deberá asumir de lleno su papel protagónico y demostrar la vigencia de las consignas sobre “revolución” y “socialismo”.

Chávez, criado en la miseria y militar de carrera, alcanzó notoriedad nacional e internacional al liderar un fallido golpe de estado en 1992. Dicha intentona tuvo como objetivo remover del poder al corrupto y criminal entonces presidente, Carlos Andrés Pérez, quien tres años antes sofocara a fuego y sangre la masiva rebelión popular contra sus medidas neoliberales, conocida como “El Caracazo”. Amnistiado unos años después, Chávez construyó una serie de alianzas con diversos sectores políticos y sociales, que lo catapultaron inesperadamente a la presidencia de su país, con la promesa de “reconstituir la república”, objetivo logrado con la aprobación mediante voto popular de una nueva Constitución en el 2000.

Antagonizado desde el principio por los sectores más reaccionarios, racistas y elitistas de la burguesía y burocracia del antiguo régimen, el 11 de Abril del 2002, Chávez (quien siempre se identificó orgullosamente como “indio y negro”) fue secuestrado durante un sangriento golpe de estado orquestado con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos. Sería restituido dos días después, mediante un levantamiento popular apoyado por una sublevación de soldados leales. Desde entonces, el gobierno “bolivariano” (apoyado en el ideario latinoamericanista del libertador Simón Bolívar) emprendió un proceso de radicalización empujado por los reclamos del pueblo. En el 2005, Chávez declaró que su proyecto político era la construcción del “socialismo del siglo veintiuno”, y para las elecciones del 2006, su “Movimiento Quinta República” desapareció para fundarse el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

Los adelantos del proceso, desde una perspectiva socialista, incluyen: el comienzo de la verdadera independencia e integración regional de los países de América Latina (en parte gracias a la elección de otros gobiernos de “centro-izquierda” en países como Bolivia, Ecuador, Argentina, Uruguay y Brasil); la redistribución de la riqueza petrolera del país para beneficio de los sectores populares a través de “misiones sociales”; la solidificación de la democracia participativa a través de consejos comunales con significativos poderes decisionales; y el fortalecimiento del poder obrero a través de la implementación de principios de auto-gestión y co-gestión en numerosas empresas nacionalizadas, y la creación de empresas de producción social.

Todos los estudios estadísticos internacionales serios reflejan, como consecuencia de estas y otras iniciativas, una mejora dramática de las condiciones de vida de la mayoría del pueblo, que sobrepasa la de los otros países de la región durante el mismo periodo. Ello resulta aún más impresionante tomando en cuenta que se logró bajo ataques constantes y que, contrario a las mentiras propagadas por la derecha y por el imperialismo estadounidense, se ha hecho (en términos generales) sin menoscabo del marco de la democracia representativa y los derechos humanos. Al momento de morir, Chávez había sido electo y re-electo unas cuatro veces y sobrevivido un referéndum revocatorio (en el 2004), mediante un sistema eleccionario reconstruido que tan recientemente como el 2012 fue catalogado por nada menos que el ex-presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, como “el mejor del mundo”.

Aún así, no puede decirse que en Venezuela exista hoy el socialismo, manteniéndose intactas en la mayor parte de la economía las relaciones capitalistas (e incluso habiéndose enriquecido nuevos sectores, conocidos peyorativamente como la “boli-burguesía”). Entre otras áreas donde por la razón que sea los resultados hasta ahora no son han sido muy alentadores, podemos mencionar la respuesta tibia del gobierno bolivariano a las luchas de género y sexualidad, la falta de una respuesta contundente a la creciente criminalidad (que afecta principalmente a sectores populares) y las desafortunadas alianzas estratégicas internacionales con regímenes neofascistas (Rusia, Iran, la Libia de Gadafi) bajo la extraña lógica de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.

Lo que sí existe es un proceso de transformación nacional-popular con ribetes socialistas, pero en el cual las y los trabajadores y demás sectores oprimidos no han tomado las riendas. Dicho proceso podría profundizarse o revertirse, conllevando ambas opciones la intensificación de la lucha de clases, pero decididamente no se mantendrá estático por mucho tiempo.

Si este primer capítulo fue uno duro y plagado de las contradicciones características de cualquier proceso de genuina transformación social, el que viene no será menos. La desaparición física de Chávez sin duda significará para los remanentes de la derecha oligárquica venezolana, una ansiada señal para reanudar con bríos sus esfuerzos por desestabilizar y destruir los logros alcanzados durante los últimos 14 años. Por suerte, tampoco cabe duda que durante ese tiempo, muchos de esos logros se han cimentado sólidamente y los sectores populares organizados se han fortalecido en muchos aspectos (aunque en otros, corren el riesgo de enmohecerse). Mayor amenaza inmediata para el impulso revolucionario lo representa tal vez una boli-burguesía complaciente, enquistada en numerosas empresas estatales e incluso en el PSUV. Por último, no pueden dejar de señalarse las tendencias burocráticas y autoritarias latentes tanto en la boli-burguesía como en algunos sectores populares del “chavismo”, que podrían generar problemáticas adicionales.

Sin duda alguna, la carrera política de Hugo Rafael Chávez Frías marcó una etapa crucial en la vida política de su país, de América Latina y del mundo (en una encuesta del 2009, resultó ser el gobernante mundial más popular del mundo árabe, por su compromiso con la lucha palestina). Durante estos años, tanto el dominio imperialista estadounidense sobre América Latina, como la hegemonía mundial de la modalidad de capitalismo salvaje llamada neoliberalismo, comenzaron a resquebrajarse. Pero como señalaba el propio Chávez sin cesar, pese a la importancia de su liderato para encaminar el proceso, el verdadero protagonista de éste nunca ha sido ningún individuo en particular, sino los pueblos oprimidos del mundo.

Es a éstos, y en particular a las y los trabajadores que producimos la riqueza, a quienes nos toca asumir nuestro rol histórico de llevar procesos a su conclusión urgente y necesaria: un nuevo mundo basado en relaciones humanas genuinamente justas, solidarias y libres – es decir, SOCIALISTA.

Compañero Hugo Chávez, ¡PRESENTE!
¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!