Intentando matar un pichón

| Publicado el 11 mayo 2018

Teresa Sepúlveda
Bandera Roja

Intentando matar un pichón, estaba yo con mi repelente, chancleta y bien pendiente a cada movimiento del pichón. Yo con mi químico, yo protegida, inalcanzable, pensé: “es capaz de que me pique”. Perseguí al pichoncito por cada esquina o posible escondite, tiré un montón de repelente por todos lados. Quién sabe cuántos pichones más maté. Me sentí como los policías el 1 de mayo, el Gobierno, el Sistema. No sólo el 1 de mayo sino todos los días desde finales del siglo XIX.

Me pongo a escuchar noticias y escucho a Rosselló diciendo que los policías son unos héroes… Me recordó a Romero Barceló con palabras muy semejantes cuando mataron los jóvenes en el Cerro Maravilla. Por cierto, una de mis tías decía que esos muchachos no iban a rezar allí. Sin embargo, a pesar que yo era muy joven cuando ella decía eso le pregunté si por no ir a rezar había que matarlos.

De hecho, Rosselló fue a ver al hospital a un oficial lastimado. Me pregunto si al menos habrá anotado en su agenda ir a ver a tantos y tantas estudiantes, trabajadoras, trabajadores, niñas y niños, tanta gente lastimada física y emocionalmente durante décadas por todas las administraciones de turno, incluyéndolo a él, devotos cómplices de muertes, suicidios, muchos de ellos provocados precisamente por quienes estuvieron protegidos este 1 de mayo.

Aquí el protegido es aquel que tiene riquezas gracias a la espalda del pueblo, al que no se le puede romper un cristal, al que tiene seguros que rápidamente restaurarán esos cristales que lo separan de la misma gente utilizada para mantenerlos ahí. Protegen del Pueblo a quienes se nutren de él, de este pueblo que a pesar de asfixiado, estos protegidos pretenden no sólo sacarle más sino culparlo y hacerlo pagar para que ese protegido siga hartándose. Es el colmo, esa deuda es creada en gran parte por esos mismos protegidos.

Por una deuda que no es nuestra, creada como una INVERSIÓN para su riqueza, el Pueblo la paga con SU VIDA. Nos obligan también a pagar asesinos a sueldo de nosotras y nosotros mismos. O sea, nos obligan a tener ya nuestros propios asesinos personales.