La Comay, Mamá Inés y el racismo en los medios de Puerto Rico

| Publicado el 21 julio 2020

Agustín Muñoz Ríos
Bandera Roja

El asesinato de George Floyd a manos de la Policía ha desatado un alzamiento general en contra de la violencia hacia las personas negras, el racismo institucional y el abuso policíaco en miles de ciudades y pueblos por todo EE. UU., e incluso en decenas de otros países. Si bien el movimiento ha implicado un nivel de movilización y militancia como pocas veces se ha visto, se trata del capítulo más reciente de la lucha de la comunidad afroamericana en contra de un sistema que, desde la esclavitud hasta hoy, le niega sus derechos más elementales. Ese sistema ha usado el terrorismo y la violencia legal y extrajudicial para mantener el statu quo de supremacía blanca a través de organizaciones paramilitares y una fuerza policíaca fundamentalmente racista, que desde su creación ha servido para oprimir y aterrorizar a las personas negras al detenerlas, golpearlas y asesinarlas arbitrariamente y con impunidad. Contra todo ese andamiaje y tras el lema de “Black Lives Matter” (las vidas negras importan) se alzan hoy cientos de miles de personas negras y muchas otras en solidaridad. 

En el contexto de estas manifestaciones y del debate público en la prensa y las redes sociales, la compañía Quaker Oats anunció que retirará del mercado los productos Aunt Jemima. La compañía reconoce que tanto el nombre como el personaje símbolo de la marca perpetúan un estereotipo racista y declara que su determinación constituye un esfuerzo para “progresar hacia la igualdad racial”.

¿Qué tiene todo esto que ver con Puerto Rico? Mucho. En nuestro país existe un problema de racismo institucional generalizado: se discrimina y se ejerce violencia contra las personas negras. Varias organizaciones antirracistas y personalidades negras en la academia, la política y los medios han denunciado esta situación por décadas, pero las protestas recientes han llevado el debate a un espacio mayor.

Nos interesa puntualizar dos instancias de ese debate. En primer lugar, el anuncio del retiro de Aunt Jemima del mercado despertó reacciones encolerizadas en las redes sociales por parte de varias personas molestas porque veían posiciones radicales afectar a un personaje que consideraban “inofensivo” y querido, y a la vez preocupadas porque la acción amenazaba a otro personaje igualmente “inofensivo” y querido de un producto local: “Mamá Inés” de la marca Yaucono. En segundo lugar, Antulio “Kobbo” Santarrosa, a través de su personaje de “La Comay”, hizo unas burlas de corte claramente racista contra la dirigente del Movimiento de Victoria Ciudadana (MVC) Ana Irma Rivera Lassén, una mujer negra candidata al Senado, expresidenta del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico y militante por los derechos de la mujer, la comunidad LGBTIQ+ y las personas negras. En su programa televisivo, entre risas burlonas, Santarrosa le puso voz estereotipada de personaje esclavizada a Rivera Lassén, implicando que esta se expresaba como una esclava servil ante Alexandra Lúgaro, la candidata a la gobernación por el MVC. Esta burla ha desatado un boicot contra el programa y ya ha logrado que varias compañías le retiren su auspicio.

No debería ser sorpresa para nadie que en Puerto Rico existe racismo: la historia de nuestro país está marcada por los tres siglos y medio en los que millones de personas fueron secuestradas de sus comunidades en África y traídas a este lado del Atlántico para someterlas a la explotación más cruel en plantaciones de azúcar, algodón y otros productos, así como en el servicio doméstico,. La era de la dominación española se puede describir como la historia de la resistencia de las personas negras a la esclavitud: rebeliones de esclavos (la primera en América ocurrió en Puerto Rico), cimarronaje, sediciones de todo tipo, redes de solidaridad entre las comunidades de personas negras libres y esclavizadas, etcétera. Puerto Rico fue de los últimos países americanos en abolir la esclavitud en 1873 y las huellas de esa brutal institución persisten hasta hoy. Por un lado, las familias más ricas del país lo son gracias a que heredaron la riqueza acumulada que sus antepasados extrajeron del trabajo de personas esclavizadas. Por el otro, queda el racismo endémico de nuestras instituciones, que mantiene sometido a un gran sector de la sociedad mediante mecanismos económicos y extraeconómicos (políticos, culturales, educativos, represivos y otros tantos). 

De esos mecanismos extraeconómicos, los culturales son de particular importancia para el tema que nos ocupa. La representación de las personas negras en la literatura, las artes y los medios de comunicación de nuestro país consiste mayormente de una serie de estereotipos. Estos son producto de la era esclavista, creados por la clase dominante de entonces para justificar el sometimiento de las personas negras esclavizadas. Sin embargo, esos estereotipos persisten hasta hoy y perpetúan esa situación de dominación en las condiciones del capitalismo moderno.

Una de las formas más duraderas con la que se reproducen estos estereotipos es mediante el llamado blackface, un estilo de comedia en el que un actor blanco se pinta la cara de negro mientras viste, habla y actúa de maneras consideradas como “de negros”; es decir, una caricatura de las personas negras para el entretenimiento de los blancos. Tiene su origen en el teatro español e hispanoamericano, que desde el siglo XVII incluía los entremeses, que eran obras cortas sobre sirvientes en situaciones absurdas y jocosas. Un personaje común era el esclavo negro, representado como un pícaro que siempre estaba dispuesto a cantar en su jerga particular y bailar.

Ya a mediados del siglo XIX, cuando la esclavitud sobrevive solo en EE. UU., Cuba, Puerto Rico y Brasil, el blackface asume su forma más acabada: los minstrel shows estadounidenses, y el teatro bufo de las últimas colonias españolas: Cuba y Puerto Rico. En ambas instancias se desarrollaron lo que se llaman personajes tipo: un personaje de características siempre iguales en diferentes historias.

Dos de estos personajes tipo más comunes —que tienen que ver con los dos casos que consideramos aquí— lo eran el esclavo feliz (cuya poca inteligencia, facciones exageradas, vestimenta ridícula, lascivia y mal dominio del lenguaje eran causa de situaciones cómicas) y su versión femenina, la esclava doméstica o mammy (figura maternal, gruesa, de pañuelo en la cabeza, al cuidado de la familia blanca). Estos personajes tipo pronto salieron a otras formas de arte popular, como muñecas, caricaturas y dibujos animados. Con el tiempo, varias personas negras de la industria del entretenimiento tuvieron que asumir este tipo de personajes para poder trabajar.

En Puerto Rico, el blackface tiene una historia larga y vergonzosa. Entre las primeras obras de teatro puertorriqueño está La juega de gallos o el negro bozal de 1852, que incluía personajes tipo de esclavos felices y libidinosos. En la misma época, esos mismos personajes tipo abundaban en zarzuelas y otras obras del teatro bufo cubano que traían compañías itinerantes. Ya en el siglo XX los personajes tipo del blackface encuentran salida en el cine y la televisión. Por ejemplo, aún hoy se afirma que el comediante más importante en Puerto Rico fue Ramón Rivero, mejor conocido por su personaje “Diplo”, al que representaba con cara pintada, una pronunciación jocosa y en situaciones ridículas. A esos productos locales se suman películas (por ejemplo, Gone With the Wind) y hasta dibujos animados (por ejemplo, Tom & Jerry) traídos de EE. UU. que reproducen los personajes tipo del minstrel show, y el blackface latinoamericano, cuya industria cinematográfica y televisiva reproduce estos estereotipos tomados del ejemplo estadounidense, cubano y puertorriqueño. Por otro lado, la llegada de publicistas del exilio cubano en la década del 60 trajo consigo una nueva oleada de estereotipos raciales, como veremos más adelante.

A pesar de estas influencias externas, nunca han faltado formas autóctonas. Dos comediantes de años recientes que, entre muchos otros, han hecho una carrera usando el blackface son Raymond Arrieta con sus personajes de “Pirulo el Colorao” (personaje pintado de negro que parodia la declamación de poesía negrista cultivada por Juan Boria y Julio Axel Landrón) y “El Cabo” (personaje que, aunque no se pintaba, con su afro, lascivia y pronunciación defectuosa se burlaba de cantantes negros del Reggae en español como El General); y Herbert Cruz con sus personajes de “Tony Mayimbe” (personaje con un peinado afro parodiando a los inmigrantes dominicanos) y “Pedro Fosas Nasales” (llamado “el reportero molleto” también portando un  afro y con una gran nariz, pronunciación ridícula y continuas insinuaciones sexuales: una burla al periodista negro Pedro Rosa Nales).

En ese ambiente de burlas y estereotipos es entendible que un personaje como “La Comay” exista y goce de popularidad. “La Comay” representa lo peor de nuestra cultura y cómo se reproduce en nuestros medios. Es profundamente misógino, desde el personaje mismo que representa el estereotipo de la mujer chismosa, el moralismo con que juzga la vida privada de las mujeres de la farándula (lo que constituye el grueso del contenido de su programa), hasta la defensa de hombres como Osvaldo Ríos que agreden a sus parejas. También es profundamente homofóbico, con sus continuas burlas a figuras públicas abiertamente homosexuales, y aún a las que se rumora que lo son, así como sus expresiones sobre el publicista José Enrique Gómez Saladín tras este ser brutalmente asesinado en 2012. Además, es profundamente racista, con continuas burlas a figuras públicas negras, muchas veces comparándolas con “el mono Yuyo”, y como demuestran ahora sus expresiones sobre Rivera Lassén.

Pero toda esta misoginia, homofobia y racismo existen en un ambiente en el que estas son formas aceptadas de comedia. Santarrosa se siente en la comodidad de hacer su burla racista, usando la voz estereotipada de los personajes del blackface, porque el blackface sigue siendo una parte importante de la industria del entretenimiento en Puerto Rico.

El caso de “Mamá Inés” es revelador en este aspecto. Aunque la compañía cafetalera Yaucono existe en Puerto Rico desde 1914, el personaje surge en 1963, creado por el ilustrador, diseñador gráfico y periodista José Luis Díaz de Villegas. Este fue parte de un grupo de exiliados cubanos que llegó en la década del 1960 a Puerto Rico y se insertó en los medios, llegando a influir grandemente. Fue director gráfico de El Nuevo Día por 30 años y aportó además al periódico con reportajes, caricaturas y una columna gastronómica que firmaba bajo el pseudónimo de Paco Villón.

En 1963 Yaucono contrató al publicista Pedro Misner, otro exiliado cubano con quien Díaz de Villegas trabajaba, para hacer un comercial. Díaz de Villegas diseñó el personaje basado en la canción ¡Ay, Mamá Inés! de Eliseo Grenet, compuesta para la zarzuela de 1927 titulada La niña Rita, o La Habana de 1830. En la obra, la esclava doméstica “Mamá Inés” canta mientras sirve café, con el acento estereotipado atribuido a las personas negras, que “todos los negros tomamos café”. La canción fue un éxito entonces, y aún hoy se canta en cabarés de La Habana por personajes tipo del blackface. Era lógico que un par de publicistas recién llegados de allá la usaran para un anuncio de café.

El personaje recogía todos los elementos del estereotipo de la sirvienta esclava mammy: una mujer negra, gruesa y sonriente, con un pañuelo en la cabeza anudado al frente, que canta de alegría mientras les sirve el café a sus amos. En la obra original se llama “Mamá Inés” y no “Señora Inés” o “Doña Inés”, porque a los esclavos no se les reconocía la dignidad de las personas blancas. El personaje diseñado para Yaucono mantenía esa distinción. Nótese que “Mamá Inés”, en todos los anuncios a lo largo de las décadas, nunca se toma el café, sino que siempre lo sirve. Quienes se lo toman son las personas blancas y exitosas que protagonizan los anuncios. 

En todo esto hay un elemento político que hay que puntualizar. Al igual que con “Aunt Jemima”, la alegría que denotaba “Mamá Inés” respondía una visión nostálgica y falsificadora del pasado esclavista, como queriendo implicar que aquella fue la época en que los negros fueron felices, estando al servicio de los amos blancos. Es revelador que el año 1963, cuando sale el anuncio, es el punto álgido del movimiento de derechos civiles en EE. UU., cuando Martin Luther King Jr. da su famoso discurso “I Have a Dream” en Washington D.C., y un año luego de que visitara la isla por primera vez. En ese contexto, “Mamá Inés” deja de verse tan inofensiva y empieza a parecer una respuesta a los acontecimientos presentes.

Para hacer estas declaraciones políticas racistas, homofóbicas y misóginas, la prensa burguesa local (especialmente las empresas de la familia Ferré, hoy agrupadas bajo GFR Media), las compañías publicitarias y el gobierno han trabajado en colaboración estrecha por décadas. El papel de El Nuevo Día es harto conocido, pero existen otras instancias. Piénsese en Alexis Zárraga, comediante de las redes sociales bajo el nombre de “Macetaminofén”, de la misma calaña que Santarrosa. Recientemente fue despedido de Metro/El Calce, donde escribía con regularidad, luego de varias denuncias por la misoginia, homofobia y racismo que por años ha escupido. Él y su esposa Marisol Hernández son los publicistas encargados de la cuenta de Twitter de la Cámara de Representantes. O piénsese en Edwin Miranda y la compañía KOI, y cómo salió a la luz pública como parte de la manada de misóginos, homófobos y racistas del chat de Telegram que hizo que el pueblo sacara al entonces gobernador Ricardo Rosselló. La fenecida agencia de publicidad KOI era la encargada de varias cuentas de Twitter del gobierno.

El blackface es una forma de entretenimiento muy arraigada en el teatro, la televisión y el cine que consumimos. Los estereotipos que ayuda a perpetuar tienen un efecto nefasto y muy concreto sobre las vidas de las personas negras en Puerto Rico: las burlas, la criminalización y la persecución que sufren todos los días son una parte de ello. Estos estereotipos son una invención deliberada de las clases dominantes, como parte de la supremacía blanca, que aún hoy se reproducen a través de la alianza entre el gran capital, las agencias publicitarias, la industria del entretenimiento y el gobierno. La campaña actual en contra de los pobres, mediante el estereotipo de la yal con dubi, es meramente la variación más reciente de este fenómeno. Parte de la lucha antirracista de hoy debe incluir en su agenda erradicar definitivamente esta práctica de nuestra cultura.

Un comentario en "La Comay, Mamá Inés y el racismo en los medios de Puerto Rico"

  • Siempre habla quien menos puede. A Antulio “Kobbo” Santarrosa, hay que preguntarle; y tu abuela donde está? ya que el de blanco no tiene nada. Las personas más racistas son las que tienen como decía, mi abuela; «la raja detrás de la oreja».

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