¿Qué derrota?

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| Publicado el 10 marzo 2005

Comentarios sobre «Lecciones de una huelga»

Luis Ángel Torres Torres
latorres@bandera.org
Movimiento Socialista de Trabajadores
www.bandera.org

El reciente análisis del estimado amigo y compañero Félix Córdova sobre las lecciones de la huelga de los miembros de la Unión Independiente Auténtica (UIA) de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) (Claridad, 17 al 23 de febrero de 2005) abre un importante camino para la reflexión crítica sobre ese proceso que, a riesgo de repetir los mismos errores, no debemos dejar pasar desapercibido.

El compañero Córdova se interroga: ¿Porqué la dirección de la AAA salió con tanta determinación a destruir a la UIA? Y se contesta: “La experiencia obtenida hasta ese momento, relacionada con la privatización de la administración de la AAA, puede haber sido clave en la determinación del gobierno de poner en marcha todos sus esfuerzos para sacar el obstáculo sindical del panorama corporativo”. Confieso de entrada que no estoy tan seguro que la intención de la dirección de la AAA fuera destruir a la UIA, como tan categóricamente asevera el compañero Córdova. Incluso me cuestiono si el patrono tenía que plantearse semejante objetivo ante una unión cuyo liderato, durante los últimos 30 años, le entregó alma, vida y corazón al patrono. ¿Destruir qué? Veamos.

La verdad es que desde la huelga de Acueductos de 1974, la UIA, por virtud de su corrupto liderato dejó de ser un verdadero instrumento de lucha y se fue convirtiendo en un instrumento de colaboración con el patrono-gobierno. Las acciones y estilos antidemocráticos, el aplastamiento de todo tipo de disidencia utilizando métodos gansteriles, las millonarias transacciones económicas realizadas más allá de todo escrutinio sindical y el dominio absoluto del liderato unipersonal de Héctor René Lugo sobre los negocios creados con los dineros del sindicato, fueron dibujando una empresa lucrativa totalmente ajena a sus fines originales. Ese liderato, supuestamente independentista, aprendió a convivir con administraciones rojas y azules teniendo como primera preocupación asegurar sus intereses burocráticos. Siempre que el patrono solicitó su apoyo para reorganizar la agencia a costa de los empleados, tuvo en ese liderato su más cercano y servil colaborador. Siempre recordamos con rabia e indignación cuando a finales de la década del 70, Héctor René se alió con el patrono para que despidieran a más de 600 empleados transitorios miembros de la unión, precisamente entre los que se encontraban muchos compañeros que se oponían a sus estilos antidemocráticos y corruptos. En ese sentido René mató dos pájaros de un tiro.

Ese liderato utilizó su posición para lucrarse de los fondos de la unión de la manera más vulgar y descarada. En el caso de Héctor René es Presidente de la unión, del Plan Médico, de Alas Auténticas, del Centro Vacacional de Loíza, del Centro de Carite y de cuanto cosa produce dinero a sus alrededores. Y, por supuesto, recibe un salario por cada posición ocupada, lo que lo ha llevado a ser, posiblemente, el líder sindical mejor pagado del país (más de $200,000.) paseándose entre los presidentes de empresas como uno más de ellos. Y, como si eso fuera poco, ¡coño! tampoco pagaba contribuciones. ¿Quién que no sea un millonario puede sacar de un día para otro, en cascajo, $500,000. para pagar contribuciones adeudadas?

Pero la movida bochornosa de un liderato que se olvidó a qué huele el sudor, fue parte de una faena que no solo, utilizando el lenguaje del amigo Félix Córdova, “destruyó” a la unión, peor aun se llevó por el medio a la AAA. Ese liderato permitió y apoyó entusiastamente la privatización de la Autoridad traicionando a sus miembros y perjudicando peligrosamente los intereses del pueblo que ha tenido que sufrir las consecuencias de la privatización del servicio de agua. Obviamente la traición a su clase le produjo dividendos y, no faltaba más, dejó caer algunas importantes migajas hacia los miembros de la unión. El patrono lo amamantó como a un hijo y mientras le convino, le pagó los sueldos sin dar un tajo en la AAA, le permitió hacer y deshacer en el Plan de Salud y le aseguró que una cohorte de buscones acumularan dinero y propiedades a costa de las prebendas que con el dinero del pueblo repartía el patrono.

Esa conducta era un secreto a voces en el movimiento sindical, pero muy pocos se atrevían denunciarla públicamente, lo que le permitió a ese liderato posar de independentistas y hasta de luchadores obreros. Fueron muchos, incluidos compañeros socialistas, los que se tragaron los aguajes de Héctor René rindiéndole pleitesía y condonándole como rumores de la oposición interna las serias acusaciones que se vertían sobre él. Desgraciadamente, mientras este señor esculcaba las finanzas de la unión, vivía de los trabajadores y aplastaba a los disidentes, la mayoría del liderato sindical le reía sus gracias percudías.

Regresando al principio: ¿tenía la AAA que destruir a la UIA? Para todos los efectos prácticos la UIA estaba destruida hace tiempo, se había convertido en la correa de transmisión de la Autoridad para mantener domesticados a los trabajadores de esa corporación. No había que destruirla, se había destruido ella misma. No coincidimos con el compañero Córdova en que el patrono, dentro del contexto de la privatización, quería “sacar al obstáculo sindical del panorama corporativo”. Si algo no era la UIA era un obstáculo, más allá de la farfullería, Héctor René siempre fue un aliado dispuesto a todo. Lo que realmente pasó fue que al llegar a desastroso término el nefasto experimento privatizador la Junta de Directores de la Autoridad, principal responsable de la debacle, tenía que buscar cómo enderezar el entuerto antes de naufragar y no estaba dispuesta a pagar sola por los escantes. Si los jerarcas de la AAA iban a pagar los platos rotos, sus compañeros de aventuras también tenían que aportar su cuota y como parte de la necesaria reorganización corporativa los beneficios acumulados por los trabajadores durante los años de bonanza y luna de miel se verían recortados. Obviamente, el liderato de la UIA no iba a perder sus prebendas tan solícitamente y después de 30 años de estar comiendo en el mismo plato con su enemigo de clase y de huirle a la lucha como el diablo a la cruz, empezó a sacar su pecho de paloma. Pero no piensen que su grito fue muy fuerte; esa negociación duró más de año y medio y el liderato siempre confió en que finalmente las diferencias se iban a transar entre copas y entremeses. La UIA se hizo parte de la corporación privatizada y cuando esta se vino abajo la arrastró con ella.

Es importante todavía ajustar cuentas con el lenguaje. Posiblemente por una visión conspirativa que ha anidado con nosotros durante años, muchas veces tendemos a ver en todo ataque del gobierno un intento por destruir uniones, organizaciones políticas y, en otros casos, hasta naciones. La hipérbole sustituye al análisis. Y en el caso de la huelga de la UIA hemos observado esta tendencia pura y pinta, particularmente, en las filas del movimiento sindical. Si bien nuestra solidaridad tenía que estar con los compañeros en huelga, no podemos ver solamente un lado, de los múltiples que tiene este conflicto. Por eso nos causa gran preocupación cuando el compañero Félix nos dice: “El ataque multidimensional había pulverizado la reputación del liderato de la unión ante la opinión pública”. Nadie puede negar lo intenso y brutal del ataque del patrono contra el liderato de la unión. Pero diferimos en cuanto a que ese ataque haya pulverizado la reputación del liderato, ese liderato se pulverizó a si mismo por sus actos de corrupción y su traición a los intereses de los trabajadores y el pueblo. El compañero Córdova, sin proponérselo pienso, reproduce el discurso de la conspiración contra la UIA enarbolado precisamente por el liderato de ese sindicato. Cuando salieron a la luz pública los salarios de ejecutivos, las propiedades y los escándalos del liderato de la UIA, Héctor René alegó que eso era parte de una campaña para destruir a la unión y se pintó por radio y televisión, como una hermanita de la caridad. Me sorprende que el compañero Córdova, que sabe que por años los compañeros del MST en la AAA hemos venido denunciando la corrupción y la falta de democracia en la UIA, asimile la teoría de la conspiración contra la UIA pero no analice el negativo rol desempeñado por un liderato que tanto daño le ha hecho al movimiento obrero de este país.

Cualquiera que reflexione sobre la huelga de la AAA no puede obviar el carácter particular de ese conflicto: la motivación principal de esa huelga no fue la defensa de los intereses de los trabajadores, fue lavarle la cara a un liderato desprestigiado, acosado por la corrupción n, que después que se entregó por años al patrono este lo desechó como un chupón de china. Los trabajadores, confundidos y mal informados, pero fieles a su unión, fueron empujados a la huelga por un liderato desesperado que en treinta años no se había lanzado a la huelga a pesar de que en los años 90 le habían privatizado la empresa con su anuencia. Cuando tenían que haber sacado pecho y dar la lucha hasta las últimas consecuencias ese liderato se vendió como lechón de a peso, sin embargo, cuando están acorralados por las denuncias públicas tiran a los trabajadores, como carne de cañón, a la calle abruptamente y sin preparación alguna.

Los trabajadores y los socialistas primero que nadie, no podemos dejarnos confundir por las palabras. Las huelgas han sido históricamente instrumentos de lucha de los trabajadores para vencer la resistencia de los patronos y el gobierno. Pero las huelgas también han servido a líderes inescrupulosos para chantajear a los patronos en busca de beneficios burocráticos, causando grandes sufrimientos a los trabajadores. La huelga de la UIA desgraciadamente se inscribe en esta tendencia, por eso no hubo un período de preparación, no se realizaron las acciones de presión que un conflicto de ese tipo amerita ni se movilizó a la matrícula de manera adecuada. De hecho, el liderato pensaba que por la misma dinámica electoral el patrono iba a ceder rápidamente. Y el patrono, aunque no le convenía la presión electoral, sí estaba preparado, mejor aun estaba determinado a doblegar a la unión al precio que fuera para obligarla a aceptar el papel subordinado que por años había desempeñado. Con un supervisor por cada tres unionados estaba preparado para hacer funcionar el sistema sin los trabajadores.

Si alguna lección hemos aprendido de los conflictos huelgarios en la corporaciones públicas, la mayoría de ellos fracasados, durante los últimos 25 años es que huelga que no logra paralizar o afectar significativamente la producción no es huelga. Los trabajadores pueden estar meses pernoctando y sacrificándose frente a las plantas pero si no consiguen parar la producción, el juego de dominós, los cantazos de la policía y la impotencia conducen indefectiblemente al desgaste y finalmente a la derrota anunciada. Cada día que pasa opera contra los huelguistas y favorece al patrono. Eso, desgraciadamente, fue lo que vimos en el conflicto de Acueductos no empece el sacrificio y el temple de aquellos huelguistas que se mantuvieron activos en las líneas de piquetes. Por eso la afirmación de Félix Córdova de que “el liderato pudo haber estado pulverizado, pero la base resistió todas las agresiones” es una crasa exageración del ánimo de los trabajadores en huelga y peor aun, proyecta una visión equivocada del proceso huelgario. El que los trabajadores votaran a favor de continuar la huelga es sin duda muy loable desde el punto de vista moral, pero eso no significa que fuera lo correcto en una coyuntura donde el servicio estaba funcionando, la unión no tenía ninguna estrategia articulada de presión desde afuera y los trabajadores se estaban desgastando, la inmensa mayoría de ellos fuera de las líneas de piquetes. Sin olvidar que para la inmensa mayoría del pueblo esa huelga no se justificaba por ser una artimaña de un liderato corrupto para lavarse la cara. Si la huelga hubiese seguido no tenemos duda de que la derrota sufrida hubiese sido más estrepitosa todavía.

¿No le preocupa al compañero Félix que unos trabajadores decidan inmolarse, en un proceso donde llevan todas las de perder, siendo utilizados para proteger a un liderato corrupto y antidemocrático? Podría argumentarse que los miembros de la UIA supieron separar el grano de la paja y se tiraron a luchar conscientes de que las irregularidades cometidas por sus líderes no debían ser obstáculos para enfrentar al patrono. Pero la realidad me parece muy distinta y cruel por demás; muchos unionados conocían desde hace tiempo los desmanes del liderato, pero no le daban importancia a que Héctor René y otros líderes vivieran como magnates, con jugosos salarios por encima de los $150,000. anuales. El cinismo se había apoderado de estos (“ Todos los líderes roban, lo importante es que dejen caer algo.” ) y mientras los beneficios sindicales obtenidos se mantuvieran, se podía tolerar la situación. Súmele a ese nebuloso panorama el acendrado caudillismo hacia Héctor René (“ Lo que diga René es lo que nosotros hacemos” ) y se entenderá por qué toda crítica se estrellaba contra el muro de la defensa irracional del liderato. Esa conciencia corporativa, ese caudillismo sindical, está muy lejos de ser conciencia de clase, peor aun, es un formidable obstáculo para que esta última florezca. Por eso, el día que regresaron a trabajar, no nos extrañó ver a líderes de la unión haciendo círculos de oración, cogiditos de la mano con sus verdugos, diciendo que ahora la gran familia de la Autoridad iba a trabajar unida y no sé cuantas sandeces patronales más. Parecía un espectáculo surrealista ver a los lobos abrazándose con los corderos. ¿Eso es conciencia de clase? ¿Para eso fue que se chuparon casi tres meses en la calle?

Desde mi humilde punto de vista el Comité de Diálogo, maravilloso producto de la debilidad, fue la tabla de salvación de la UIA pues le permitió buscar una salida menos onerosa al conflicto aunque tuvieran que entrar a trabajar por menos de lo que rechazaron al principio. No puedo entender por qué razón el compañero Félix Córdova dice: “La Fortaleza entendió muy rápido la necesidad de llegar a una solución y evitar una movilización imponente.” Si algo demostró el movimiento sindical es que no tenía fuerza alguna para alterar el curso de la derrota que se avecinaba, precisamente eso quedó evidenciado por el incuestionable hecho de que la reunión donde supuestamente “discutió un amplio plan de acción” se realizó el 22 de diciembre, ¡a más de dos meses de huelga! Pensar que la Fortaleza le cogió miedo a una movilización de un movimiento sindical enclenque y vocinglero, que apenas se pudo poner de acuerdo para hacer unas cantinflescas conferencias de prensa, es una conclusión a todas luces alejada de la realidad. Si el propósito del gobierno y de la gerencia de la AAA era destruir a la UIA, como sostiene el amigo Félix Córdova, ¿por qué en el momento que tenía a la unión al borde del nocaut no le dio el golpe de gracia? ¿Por temor a una “movilización imponente” de un movimiento sindical que, con la excepción de la UTIER y otras pocas organizaciones, estaba prendiendo velas para que la huelga terminara antes de que el país se percatara de su aguaje?

Como para ponernos a punto de otro paro cardíaco, el compañero Félix Córdova termina su artículo diciéndonos que “La unión no fue derrotada…” Perdónenme la letra… tuvieron que entrar a trabajar sin lograr sus objetivos, el patrono se salió abusivamente con la suya y le impuso sus condiciones, el liderato de la unión quedó desprestigiado ante el pueblo, la huelga recibió el repudio de grandes sectores del pueblo… ¿Y la unión no fue derrotada? De momento no pude evitar pensar en el ¿Qué derrota? de un personaje poco grato a más recuerdos.

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