Constituir fuerza y poder político desde la atomización y la debilidad

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| Bandera Roja

| Publicado el 31 diciembre 2021

No hay que esperar a que pase el cuatrienio y ver que el desastre que se heredó del gobierno anterior para saber que este gobierno en los años venideros será de endurecimiento de las políticas de ajuste fiscal. Con el nuevo año fiscal llegan también grandes desafíos para los movimientos políticos y sociales en nuestro país. La atomización de estos movimientos es un elemento importante a tener en cuenta a la hora de pensar opciones de agitación, organización y movilización alternativas de cara a un presente y un mañana de luchas y combates anticapitalistas.

Evaluar cómo están esos movimientos, sus puntos fuertes, así también, como los puntos débiles. Entonces intentar elaborar propuestas políticas de concertaciones tomando en cuenta lo posible, lo realizable, y no lo que los deseos nos impulsan a hacer. Establecer políticas realistas. No asumir lo que nos gustaría hacer, sino lo que nos es posible hacer. De ahí lo urgente y necesario para las izquierdas de reevaluar sus políticas y perspectivas ante un mundo en cambio continuo y muy diferente al que vivieron Marx o Lenin, Mao o el Che. Se pretende dejar constancia de que en los últimos cincuenta años se han producido transformaciones de una manera tan profunda y a una velocidad tal que nos obliga a modificar y actualizar las miradas que hemos tenido sobre el mismo.

Es algo más allá de darse cuenta de que la Unión Soviética y el campo socialista ya no existen. (Realidad que algunos parece que no se han enterado, pues siguen actuando como si ese mundo todavía existiera, como si no hubiese pasado nada). Lo que se debe intentar es reconocer las transformaciones importantes que ha experimentado el capitalismo y cómo estas inciden tanto en el día a día y en las estrategias políticas que han de asumirse.

Repensar la diversidad del proyecto comunista debe llevar a serias modificaciones de largo alcance sobre cómo lo hemos entendido por mucho tiempo. Ello no debe llevar a dejar de pensar el capitalismo como un régimen histórico, que según surgió y estableció su hegemonía, así también desaparecerá de la faz de la tierra. Pero, por sí mismo no lo hará, hay que ayudarlo, y esto se logra preparando las condiciones para hacerlo desaparecer, para lo cual las izquierdas deben actualizarse y sobre todo sacudirse de todo espíritu de dogma y del querer actuar como mesías redentores. Pensar y repensar las luchas ecológicas para asumirlas desde una diversidad socialista que nos lleve a elaborar propuestas que faciliten la incorporación de la juventud que se levanta en sus luchas por la protección del ambiente y la conservación del planeta.

Puerto Rico se va pareciendo cada vez más a una gran ciudad. Pero no nos engañemos, se trata de esas ciudades que han quedado en desuso. Sí, esas ciudades que dejan de ser lo que fueron, centros de gran concentración de obreros industriales, para convertirse en refugio de toda una diversidad social marginada. En la medida en que los pobres que lo habitan, obreros o no, están divididos: por su estatus socioeconómico; entre los que trabajan y los que viven de beneficencia o subsidios; entre los que van y vienen y los que viven aquí de manera permanente; entre los obreros y los marginados; por diferencias en identidades étnicas, de género o raza; incluso entre una población creciente de envejecientes y los jóvenes. Estas poblaciones son en cierta manera un conjunto de minorías que aun padeciendo directamente la pobreza o por estar muy cerca de esta, y verse afectados por la misma, se caracteriza por no poseer un denominador común más allá de la precariedad de su existencia.

Así el pensar la posibilidad de crear nuevas vidas urbanas se asume desde la diversidad de trabajadores desorganizados, mal pagados, marginados, desposeídos y en precariedad que han venido a desplazar al proletariado industrial tradicional. Es este “precariado social y diverso” quien surge de los barrios pobres, de las calles de esa “ciudad en deterioro”. De ahí la necesidad de modelos totalmente diferentes de “constituir ciudad”. Diferentes al caos que impuso el desarrollo frenético del capital. La promoción de un poderoso y consistente movimiento anticapitalista que signifique la transformación de la vida urbana cotidiana es una condición fundamental para poderla establecer, y garantizar su durabilidad y permanencia.

No olvidar que “reivindicar el derecho a la ciudad supone de hecho reclamar un derecho a algo que ya no existe (si es que alguna vez existió en realidad). Además, el derecho a la ciudad es un significante vacío. Todo depende de quién lo llene y con qué significado. Los financieros y promotores pueden reclamarlo y tienen derecho a hacerlo; pero también pueden hacerlo los sin techo y sin papeles. Inevitablemente tenemos que afrontar la cuestión de qué derechos deben prevalecer, al tiempo que reconocemos, como decía Marx en El Capital que “entre derechos iguales lo que decide es la fuerza». La definición del derecho es en sí mismo objeto de una lucha que debe acompañar a la lucha por materializarlo.” (David Harvey).

Esto plantea la necesidad de salirse del marco de exigencias propiamente obreras y abrir todo un abanico de propuestas en vías de propiciar unas prácticas políticas tendientes a establecer lazos o puentes entre esa diversidad social de masas trabajadoras, marginadas y desposeídas. Propulsar toda una coalición de grupos y minorías heterogéneas que, aunque el capitalismo los ha “igualado y unificado” al condenarlos a condiciones míseras de existencia, hay entre ellos toda una diversidad de intereses. El llamado a la lucha propiamente obrera y con esa clase como eje central de las luchas redentoras de la sociedad, ha quedado en el pasado. Entonces veremos nuevas políticas revolucionarias y radicales entrar en el panorama. Tal cambio es necesario si no se quiere terminar convertido en grupos de presión sectorial y sectarios, marginados de los movimientos sociales.

A más de un siglo de estar batallando e impulsando las luchas obreras, hoy las izquierdas se preguntan hacia dónde ir, qué hacer, y cuál será su futuro. Preguntas más que válidas, pues lo peor que le puede pasar a las izquierdas es estar convencidas, o lo que es igual, estar llenas de certezas. Lo que apunta a la verdadera crisis de las izquierdas es el no haber comprendido las transformaciones del capitalismo y la nueva situación mundial surgida de estas. Ante la nueva realidad del capitalismo las viejas ideas socialistas hacen crisis. Hacen falta nuevos pensamientos, nuevos desarrollos de la propuesta comunista para el mundo que enfrentamos, que ha cambiado, que es otro, y debemos cambiar con él.

Además, los movimientos socialistas o comunistas de masas y sus respectivas organizaciones políticas, gremiales o comunitarias nacieron en una época que ya ha pasado. Así, la idea de que el tránsito al socialismo o la superación del capitalismo se daría bajo la dirección y por el avance del proletariado industrial, hoy es insostenible. La desindustrialización ha afectado la constitución de clase de los obreros tanto numéricamente como en el desvanecimiento de la consciencia clasista y la solidaridad. Este es un elemento fundamental sin el cual no es posible, (sine qua non, diría Marx), un movimiento político consecuente. Las clases trabajadoras se van desarticulando, políticamente hablando, al incorporarse a diversos partidos políticos con propuestas e intereses divergentes y contradictorios.

Por otro lado, nos hemos acostumbrado tanto a la idea de que la democracia se recompone a sí misma, que pasamos por alto que en momentos de crisis el capitalismo suele acudir a las políticas de derecha como opción y solución a la misma. Hasta asumen el Estado de excepción e imponen sus políticas criminales: el fascismo en diversas versiones ronda por el mundo. En ese sentido la defensa de las más amplias libertades democráticas, conquistar participación real, en el día adía, más allá de votar cada cuatro años, se convierte en bandera de lucha revolucionaria y radical.

Así, tenemos en Puerto Rico que la Junta con sus sirvientes, el PNP-PPD, arreciarán sus políticas de recortes de beneficios y servicios esenciales que el gobierno debe rendir a los ciudadanos. En fin, las políticas de austeridad y ajuste fiscal para las masas de pobres y desposeídos en beneficio de los ricos y poderosos dueños del poder, en defensa de sus amos, el capital financiero. “Y hay que quemar el cielo si es preciso” para impulsar protestas y movimientos que además de enfrentar esas políticas, vayan sentando las bases para el surgimiento y desarrollo de movimientos de masas sociales y clasistas anticapitalistas.

Para esto se hace necesario que la izquierda trabaje en su fortalecimiento organizativo, y a la vez, fortalecer los diversos movimientos comunitarios y sociales con el propósito de impulsar la rebelión social y los estallidos callejeros. Desarrollar propuestas que permitan golpear juntos a la vez que cada quien camina por separado. Esto debe llevar a la elaboración de propuestas mínimas para un accionar conjunto.

La fragmentación y atomización de los movimientos sociales y políticos pesa hoy como punto de debilidad. Sin embargo, es posible desde esa debilidad ir constituyendo fuerza y poder político. Procurar la transformación de esa debilidad en fuerza política y organizativa en beneficio de los movimientos políticos y sociales y de sus luchas. Demostrar que, como en la Epístola de Santiago, un pequeño fuego puede originar un gran incendio. Es necesario reconocer la diversidad y la diferencia de esos movimientos, así también su razón de ser y existir. De esta manera podemos estar y golpear juntos a la misma vez que cada cual mantiene una existencia separada y un camino propio.

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