La crisis actual haitiana me hace pensar en la película Ridicule (1996), en la que un sacerdote de la corte real expresaba, poco antes de que estallara la Revolución Francesa, el desdén de la Iglesia y la Monarquía por los marginados de la época, por los campesinos pobres, diciendo: “Pobre gente… y como una desgracia nunca viene sola, el solo hecho de hablar de ellos provoca el aburrimiento.” Si así hubiese podido expresarse un portavoz del gobierno sobre los campesinos pobres blancos de Francia, podemos imaginar el grado de desinterés por la explotación que sufrían los negros esclavizados en Haití, la colonia que más riquezas le producía a Francia. El desinterés por el sufrimiento del pueblo haitiano sigue predominando hoy en día, promovido por las nuevas clases dominantes a través de instrumentos de propaganda aún más poderosos y efectivos que la religión: una prensa y medios de comunicación en masa al servicio de una visión neoliberal del mundo que defiende y justifica la pobreza y la explotación. En el caso de la crisis actual de Haití, los prejuicios neoliberales entorpecen los actos urgentes de apoyo y solidaridad que necesitan las hermanas y hermanos haitianos.
En la visión neoliberal del mundo que se nos impone, los pobres son los culpables de su pobreza, “el éxito” (es decir, “las riquezas”) se consigue de manera individual, y el no tener “éxito” es prueba de la incapacidad del individuo. Esta visión simplista y contraria a la historia se une, en el caso de Haití, con un racismo histórico en contra de su población negra. El subtexto constante en las noticias que llegan de la crisis actual haitiana es que el pueblo haitiano no tiene la capacidad (porque no tienen la suficiente inteligencia o la “raza adecuada”) de crear una sociedad próspera y democrática. Sin embargo, esta visión racista y clasista, choca con una historia de lucha y resistencia en contra de las grandes injusticias impuestas al pueblo haitiano.
«Lo que estamos viviendo es un crimen políticamente organizado, que no encontramos fenómenos criminales que sean simplemente salvajes, espontáneos»
José Raúl Rivera
Historia de Resistencia en Haití
Haití es la primera y única revolución de esclavizados exitosa, y que llevó a la creación de un estado soberano. El pueblo haitiano se enfrentó y venció al ejército más poderoso de su tiempo, al ejército napoleónico. Sin embargo, a pesar del triunfo militar de la Revolución Haitiana, los primeros gobiernos tuvieron que construir una nueva sociedad en un país destruido social y económicamente, y al que Francia le impuso una deuda externa leonina como condición para reconocer su legitimidad. La Deuda de la Independencia de Haití fue un duro golpe al desarrollo económico. Haití se vio obligado a tomar préstamos a bancos franceses, estadounidenses y alemanes, que crearon las bases para el control político y económico imperialista. Haití terminó de pagar la deuda en 1947, le tomó 122 años, y al final pagó el equivalente de $21 mil millones de dólares. Las naciones imperialistas de la época se encargaron de minar el desarrollo de la sociedad haitiana, como castigo por rebelarse ante sus “amos”, y para que sirviera de escarmiento a otros esclavizados en las Américas.
Este empeño y desdén en contra del desarrollo de Haití se suma a la estrategia de defensa de los intereses geopolíticos y económicos del naciente imperialismo estadounidense desde finales del siglo XIX. Los Estados Unidos han protagonizado los esfuerzos de control exterior del país a través de invasiones y del financiamiento de fuerzas represivas a su servicio. Haití fue invadido por los Estados Unidos en 1915, y se quedaron con el control del país durante 20 años. El ejército haitiano, entrenado e influenciado por los Estados Unidos, ha sido el instrumento de imposición y defensa de gobiernos serviles a los intereses americanos, tanto en la toma de poder de Paul-Eugène Magloire en el 1950, como el apoyo a François “Papa Doc” Duvalier y a su hijo Jean-Claude, quienes serán los dictadores de Haití desde 1959 hasta el 1986.
Complicidad de Estados Unidos
En el 1991, las elites y el ejército haitiano, apoyados por la CIA, llevan a cabo un golpe de estado en contra de Jean-Bertrand Aristide, presidente electo democráticamente, y quien había ganado con una campaña de denuncia a la intervención imperialista y la colaboración de la elite dominante haitiana. En 1994, como consecuencia de la presión de protestas en los Estados Unidos, la administración de Bill Clinton restaura a Aristide en la presidencia de Haití, pero condicionando esta intervención con adopción de una liberalización del mercado a favor de los intereses estadounidenses. Las consecuencias de estas medidas económicas impuestas se sufrieron duramente luego del terremoto de 2010. En palabras de Bill Clinton (que en ese momento fungía como emisario de la ONU en Haití): «It may have been good for some of my farmers in Arkansas, but it has not worked. It was a mistake, … I had to live everyday with the consequences of the loss of capacity to produce a rice crop in Haiti to feed those people because of what I did; nobody else.» [Pudo haber sido bueno para algunos de mis agricultores en Arkansas, pero no han sido exitosas. Fue un error… He tenido que vivir con las consecuencias de la pérdida de la capacidad de cosechar arroz en Haití para alimentarse por lo que hice yo, nadie más.”] (“With cheap food imports, Haiti can’t feed itself”, NBC News, March 21, 2010)
Catástrofes y Dictaduras
Aristide es electo nuevamente presidente en el 2000, pero es depuesto por un nuevo golpe de estado en el 2004. Ante la crisis social y política de los últimos años del gobierno de Aristide y luego de su secuestro y exilio, las Naciones Unidas aprueban una intervención y ocupación militar del país que lleva como nombre la “Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití” (MINUSTAH). Haití será ocupado por estas fuerzas extranjeras hasta el 2017. Durante este tiempo, las condiciones de vida de la población haitiana se fueron empeorando, y se suman las denuncias de los abusos cometidos por las fuerzas de ocupación durante el periodo (asesinatos, violaciones, abuso y explotación de menores, …). En el 2010, Haití sufrió los estragos de un terremoto de gran magnitud que dejó un saldo de más de 300 mil muertos y de 1.5 millones de personas sin hogar. En ese mismo año, por negligencia de un grupo de las fuerzas de ocupación, se desató una epidemia de cólera que afectó a más de 800 mil personas y que dejó un saldo de al menos 10 mil muertos.
Resisten el neoliberalismo
A pesar de estas condiciones terribles, cuando en julio de 2018, como consecuencia de la presión del Fondo Monetario Internacional, se anunció el aumento de los precios del combustible, se desataron en Haití las manifestaciones más concurridas de las últimas décadas en América Latina: se estima que entre 1 y 2 millones de personas se manifestaron en las calles. Estas manifestaciones de corte claramente antineoliberal fueron reprimidas a través de, entre otras estrategias, el apoyo y financiamiento de grupos paramilitares. Según lo expresó el Prof. Lautaro Rivera, quien fue brigadista internacional en Haití entre 2018 y 2020: “Al menos yo sostengo que lo que estamos viviendo es un crimen políticamente organizado, que no encontramos fenómenos criminales que sean simplemente salvajes, espontáneos, porque si miramos la historia reciente del país, a pesar de que tiene índices socioeconómicos muy desfavorables y tasas de desigualdad muy altas, Haití incluso hace unos años y su capital de Puerto Príncipe, eran lugares relativamente seguros y con baja criminalidad, si lo comparamos, por ejemplo, con grandes capitales latinoamericanas como Sao Paulo, Río de Janeiro, Lima o cualquier otra que podamos mencionar. Este crimen tiene una intencionalidad social, una convivencia muy estrecha entre el partido de gobierno PHTK, el Estado haitiano, y estos grupos criminales, y como mencioné, la infiltración de paramilitares que fueron a reforzar a estos grupos, que han tenido una función política muy específica. Por ejemplo, pude entrevistar a vecinos de Bel-Air, un barrio donde se cometió una de las masacres más emblemáticas perpetradas por estos grupos criminales, en un contexto en el que se han estado produciendo movilizaciones masivas y con un modus operandi que no corresponde a un grupo criminal normal, básicamente lo que nos contaron los vecinos del barrio es que cuando había movilizaciones convocadas al Palacio Nacional, estos grupos criminales desembarcaban en los barrios populares, los bloqueaban, impedían la salida y la entrada de la gente y disparaban a la gente. a cualquier persona que violara esa normativa impuesta. Entonces, su función clara y evidente era impedir la movilización social masiva.” (“220 años después de la Revolución haitiana: el laberinto de un modelo neoliberal moderno”, 18 de marzo de 2024, rebelión.org)
¿Antesala a la intervención?
El asesinato del presidente Jovenel Moïse en el 2021, la reciente renuncia forzada del primer ministro Ariel Henry, y el control de gran parte del país por grupos paramilitares, preparan las condiciones para una posible nueva invasión extranjera de Haití. Ante el complicado escenario electoral que enfrenta Joe Biden, es poco probable que los Estados Unidos protagonicen directamente este intento, pero ya se ve la posibilidad de que intervengan a través de la ocupación por algún otro gobierno servil a sus intereses geopolíticos. El futuro de Haití sigue siendo incierto, y sus condiciones de vida actuales siguen siendo el producto, en gran medida, de las intervenciones imperialistas que han secuestrado la oportunidad al pueblo haitiano de crear una sociedad desarrollada y próspera. Ante este escenario tan triste, es importante expresar nuestro apoyo y defensa de la autonomía y soberanía del pueblo haitiano. Urge más que nunca la solidaridad para fortalecer los líderes comunitarios, y reconstruir un gobierno democrático al servicio de los intereses de la mayoría del pueblo haitiano.