En días recientes hemos visto cómo las noticias nos relatan de víctimas del crimen que apenas están comenzando a vivir. De ambos lados del gatillo, son menores de edad que se nos pierden en la vorágine de la violencia. También son víctimas de la violencia intrafamiliar y de la falta de oportunidades en un país en el que el costo de vida sube y los salarios se desinflan.
Algunas voces achacan esta realidad a la pérdida de valores, a la falta de supervisión de sus familiares, a la inefectividad de la policía o a los problemas del mal gobierno que han desarticulado el sistema educativo a todos los niveles. Estas perspectivas apuntan veladamente a que las soluciones se encuentran en los discursos conservadores religiosos, la mano dura contra el crimen o reformas del gobierno. Nada de ello reconoce el problema de fondo, que no es otro que la moral que nos impone el sistema capitalista.
El capitalismo no es solamente un sistema económico en el que se le da prioridad al llamado libre mercado. La grasa que permite que la maquinaria del capitalismo funcione es su ideología, la moral que, de manera sutil, se impone en cada instante de nuestras vidas. Nos referimos a la promoción de la idea de que la felicidad se encuentra en la obtención de riquezas y poder sobre quienes nos rodean. Esto, junto a la idea de que la salvación es individual y que cada cual puede aspirar a riquezas extraordinarias, nos mantiene a todxs en una competencia salvaje para llegar a esa felicidad que nunca se alcanza, pues siempre habrá alguien por encima que nos aplaste.
«Como socialistas, tenemos el convencimiento de que la transformación de nuestra sociedad a una en que la juventud pueda vivir a plenitud reside en romper con la moral capitalista.»
Esta ideología golpea especialmente a nuestra juventud. El narcotráfico, el vivir del truco, es el camino lógico para quienes se dan cuenta que las maneras “honradas” no están disponibles para la mayoría. Estudiar, hacer una carrera y “triunfar” no parece ser un camino viable para alcanzar las metas que el capitalismo ha definido como el éxito, pues al final la mayoría termina trabajando para otro y apenas subsistiendo.
¿Cómo le pedimos a la juventud que estudie y trabaje cuando sus padres hicieron lo mismo y ahora viven en la incertidumbre o en la carencia? ¿Cómo queremos que se valore la solidaridad, la educación y el bienestar común si todos los días los medios promueven el éxito individual, a quienes “lo lograron” sin estudiar y quienes su vida se enaltece por lo que tienen y no por lo que aportan? Nada de esto es casualidad. No se trata de una deformación de la sociedad, sino de una visión sistemática de mundo que el capitalismo impone para justificar que el llamado fracaso de las mayorías es culpa individual, pues existen ejemplos que “demuestran” que se puede triunfar.
Como socialistas, tenemos el convencimiento de que la transformación de nuestra sociedad a una en que la juventud pueda vivir a plenitud reside en romper con la moral capitalista. Sustituir la competencia por la solidaridad es un principio básico socialista. Esto se puede lograr dando pasos en múltiples niveles. En lo económico proponemos que la economía se desarrolle en función de los intereses que la sociedad defina como prioritarios y no por meras oportunidades de ganancias individuales. La distribución de las riquezas, al no tener que amasar fortunas de individuos, puede ser equitativa entre quienes la producen, y destinadas a nuevas inversiones sociales. La educación no debe ser para convertirnos en súbditos del sistema, sino para liberarnos y darnos criterios para aportar a la sociedad, tanto en la toma de decisiones políticas como en la maximización de las capacidades individuales. Estos son sólo ejemplos de cómo solamente una ruta hacia el socialismo podrá salvar nuestro futuro y darle un presente a la juventud que hoy se encuentra en la encerrona del capitalismo.
Para ello, sostenemos que la juventud no puede ser un balón político. Nuestra juventud debe ser desde tempranas edades protagonista de esta lucha por transformar la sociedad. Es por ello que promovemos la educación y organización de núcleos juveniles en las escuelas y universidades, en las comunidades y puntos de encuentro. La historia está llena de ejemplos de cómo la juventud ha golpeado la lógica capitalista con sus cantos de justicia y libertad. El MST le extiende una invitación a cada joven que nos lee para que nos contacten y sumemos esfuerzos en esta agenda de lucha.