| Publicado el 21 marzo 2011
La agenda permanente de los empresarios, grandes comerciantes, y millonarios del país es el enriquecimiento de sus caudales a costa del sudor y sacrificio de la clase obrera puertorriqueña. Detrás de un discurso de creación de empleos, y competitividad internacional disfrazan sus propuestas que lo que realmente buscan es la reducción de derechos y beneficios del pueblo trabajador. Plantean la reducción de días de vacaciones, licencias por enfermedad, maternidad, salario mínimo, aumentar el período que un empleado puede estar en probatorio de 90 días a uno o dos años, el aumento de la jornada laboral, entre muchas otras que retrasarían las condiciones de vida y trabajo de la clase trabajadora más de 60 años. En fin que los capitalistas y burgueses no están contentos con su ya alto margen de ganancias y pretenden exprimir aún más a los trabajadores.
Desde que se derogó la sección 936 del código de rentas internas federal, las industrias intensivas en capital redujeron sus operaciones lo que dejó en la calle a miles de trabajadores diestros altamente remunerados. Estas compañías gozaron durante años de exenciones contributivas que le garantizaron ganancias billonarias por su producción en la isla y por el lavado de dinero proveniente de sus filiales a nivel internacional. La burguesía local, salvo raras excepciones, nunca se ha planteado competir como igual contra la norteamericana sino que prefieren recoger de sus migajas permaneciendo como socios menores, brindándole servicios, distribuyendo sus mercancías o guisando de los contratos del gobierno.
La verdadera razón del alto nivel de desempleo en Puerto Rico es que las clases sociales que tienen el poder no les interesa un modelo de desarrollo económico donde la agricultura, la manufactura y la industria pesada coexistan en beneficio de toda la sociedad puertorriqueña. Los socios menores del gran capital norteamericano en Puerto Rico prefieren refugiarse en los nichos de la industria de servicios y el comercio. La reforma laboral busca facilitar el desarrollo de sub-empleos mal remunerados y de trabajadores fácilmente sustituibles.
Es imperativo el desarrollo de la resistencia contra este nuevo atentado hacia la clase obrera. Para ello los trabajadores tenemos que convertir los sindicatos en instrumentos de lucha y resistencia clasista, donde la democracia y la más completa discusión de las matrículas logre convertir el rechazo a estos proyectos de ley en un movimiento de masas a nivel nacional. Sin embargo el trabajo sindical no es suficiente, está en los movimientos socialistas el desarrollo de la conciencia de clase entre los trabajadores para entender que tan enemigo es el capitalista norteamericano como el local. La derrota de la reforma laboral se dará en la calle organizando los trabajadores a favor de demandas clasistas. Pero será la organización de los trabajadores para la toma del poder lo que garantizará la derrota final de los ricos.