| Publicado el 28 noviembre 2008
Gane quien gane, la lucha sigue. Esa vieja consigna siempre ha tenido vigencia. Lo contradictorio es que quienes la acuñaron en los ’70s, hoy parecen estar al borde de la desesperación ante la arrolladora victoria electoral del Partido Nuevo Progresista (PNP), producida por la aplastante derrota del Partido Popular Democrático (PPD). Derrota que, consigo también arrastró por el barranco al melonismo. Por otro lado el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) obtuvo la menor cantidad de votos en mucho tiempo, perdiendo su franquicia electoral por segunda vez consecutiva así como sus escaños legislativos.
Para quienes analizamos la sociedad desde la perspectiva de lucha de clases, los eventos electorales son manifestaciones de esa lucha, que no significan la renuncia de la clase trabajadora a pelear. El error de gran parte del sector electoralista de izquierda parece ser que el abandono del trabajo de base con los trabajadores, los ha enajenado de ellos. No hay duda de que la elección de Luis Fortuño y del PNP a la dirección del poder político colonial en Puerto Rico representa un empuje para ese sector de la burguesía que también quiere su pedazo de la privatización. Pero no podemos olvidar que eso fue producto del rechazo contundente al gobierno antiobrero e igualmente privatizador de Acevedo Vilá y el PPD. El pueblo trabajador vió en el PNP la oportunidad más viable, a su entender, de derrotar ese gobierno que les espetó más impuestos, aumentó el costo de vida, atacó las uniones y favoreció los industriales y banqueros con la Ley de Incentivos. Darle credibilidad a los cantos de sirena soberanista de Acevedo Vilá, aparte de dejarse engañar, significó aliarse con los ricos y poderosos contra la Federación de Maestros, contra la UTIER, contra la Unión de Acueductos, contra la Hermandad de la UPR, en fin, contra todos los trabajadores, trayendo como secuela el descalabro del oportunismo melonista disfrazado de táctica. En el caso del PIP, aunque apoyó al movimiento obrero en sus reclamos, su falta de trabajo de base en las filas obreras, su programa político limitado y una campaña limitada al independentismo no-afiliado, no produjeron los votos esperados. Aunque el PIP en gran medida fue su aliado, los trabajadores no se sintieron identificados ni representados por este partido.
Por otro lado la sustitución del PPD por el PNP, no se puede achacar a lo que algunos llaman ‘la ingratitud’ de las masas. Los bajos niveles de conciencia política de clase, la falta de foros de discusión y de formación sindical son en gran medida responsables de que esto suceda. Pero más aún esa responsabilidad tampoco la podemos eludir quienes impulsamos un cambio de sistema político. La diferencia está en quienes en medio de la crisis buscan alianzas con los enemigos de la clase trabajadora y los que reconocemos que todavía falta más por hacer para fortalecer la ideología socialista en los centros de trabajo y comunidades.
No cabe duda que los procesos de transformación profunda en las bases de cualquier estado van más allá de las elecciones cada cuatro años. Nuestra tarea sigue vigente; fortalecer la ideología socialista dentro de la Federación de Maestros, la UTIER, la UIA y trabajadores del sector privado, sindicalizados o no. Los resultados electorales por venir podrán reflejar el efecto de ese trabajo pero no necesariamente lo determinarán. La lucha persistente sigue siendo nuestra agenda. A fin de cuentas deben ser los trabajadores, trabajadoras, sectores oprimidos y marginados quienes dirijan sus propios instrumentos de lucha