Me vengo, te vienes, ¿nos venimos?

| Bandera Roja

| Publicado el 20 enero 2021

* Este escrito es resultado de una investigación antropológica que realicé el año pasado con estudiantes mujeres cis  género de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPRRP). La identidad de las participantes está protegida por seudónimos. Su procedencia es de los pueblos: Vega Baja, San Juan, Bayamón, Cayey, Humacao, Canóvanas, Ponce, Utuado, Arecibo y Toa Alta.

**Esta investigación se centró en las violencias sexuales que experimentaron las mujeres. No obstante, me parece pertinente, al menos, señalar y reconocer que estas experiencias no se circunscriben al sexo femenino, sino que son violencias que pueden padecer, con otros matices y distintas manifestaciones, las personas LGBTIQ y algunos hombres. 

Lele: Encuentro que si ambas partes se disfrutaron el momento y se sintieron cómodas no hay necesidad de tener un orgasmo.

La constante entre las participantes fue no esperar ni exigir orgasmos, aunque sí buscaban cierta seguridad y placer en la interacción sexual. Diez de trece podían conseguir orgasmos a través de la masturbación, siete de las trece no esperaban que la persona con la que compartían sexualmente les provocase siquiera uno. Esto es interesante porque las mujeres tienen un órgano específico para el placer, el clítoris, que les podría provocar varios orgasmos. No obstante, parecería que las interacciones sexuales, en los casos cisheterosexuales, estaban dirigidas al placer que ambas partes podían recibir por la penetración vaginal (práctica sexual enseñada muchas veces como la única o principal y, curiosamente, que solo asegura el placer y orgasmo masculino). 

Esto se puede deber, en parte, a que la educación sexual en Puerto Rico (que se basa en una perspectiva predominantemente biológica, sexista, cisheterosexual y judeocristiana), plantea que la única finalidad del sexo es la concepción. El orgasmo y la eyaculación masculina son necesarias para un embarazo por lo que son ampliamente estudiados, mientras que los orgasmos femeninos quedan invisibilizados. 

Según las participantes, a través de la educación sexual recibida se naturalizó la sexualidad masculina mientras que se obvió y culpabilizó la femenina. Por ejemplo, Lesliann comentó que cuando le hablaban de la masturbación en la escuela era únicamente referente a los hombres. Le decían: “ah, es un proceso natural. Todos los nenes lo hacen”. Lesliann añadió que le enseñaron que el sexo: “para los nenes es como que, ah, tú te pones un condón y síguelo. Pero para las nenas era como que: si quedas preñá vas a cargar con la responsabilidad”.  Por otro lado, Luna criticó: “las muchachas siempre quedaban desacreditadas. Si ella lo quiere es puta”. 

Estas tres concepciones: la naturalización del placer masculino e invisibilización del femenino, la responsabilidad/culpa que cargan las mujeres por querer, o tener, relaciones sexuales y la estigmatización de la sexualidad femenina, tienen un efecto negativo en cómo las mujeres interpelan su anhelo sexual. Ivy compartió: “…recuerdo siempre sentir ‘guiltpor tener deseo. Querer hacer cosas o porque me gustara alguien”. A estas universitarias se les enseñó que para los hombres era natural desear disfrutar del placer sexual, mientras que para las mujeres era inadecuado o implicaba un estigma y una mayor responsabilidad social. 

A nivel sociocultural se les enseña implícita o directamente a las mujeres que su rol de género es ser empáticas, cuidadoras, serviciales… Estas características coinciden con el rol sexual que sobresale en los anuncios, las películas, las series y la pornografía popular, donde se destaca la imagen de las mujeres cosificadas, sumisas y complacientes. Este tipo de imagen resulta en la permisividad y normalización de las dinámicas macharranas en las que el hombre decide: qué, cómo, cuándo y dónde, según sus intereses. Como describió Cinda:

Esta narrativa de que el hombre sabe todo lo que está haciendo y tú confías en él, que esto también implica que tú no le vas a pedir que haga esto y lo otro porque tú vas a presumir que la persona sabe más que tú. Y tú cuando no llegas hasta ciertos puntos puede que pienses que el problema eres tú. Y a mí me pasó eso. Yo pensaba: wow, sí. Quiero estar contigo. Y después era como que, de que a mitad o a cierto punto de la interacción, se me quitaban las ganas y esa es otra. No les decía: para. Era como: diablo, que se venga ya. Que ya pare.

La falta de información y discusión sobre el placer sexual de las mujeres en combinación con la falsa representación del placer femenino (por ejemplo, cuando en las películas, series y pornografía popular presentan que las mujeres alcanzan orgasmos a través de la penetración vaginal: esta no es la norma para la mayoría) pueden dificultar la comunicación y búsqueda de orgasmos en las interacciones sexuales con los hombres. De acuerdo con lo que expresaron algunas estudiantes, ellas estaban enfocadas en el placer de ellos:

Luna: (sobre buscar su propio placer sexual) yo ahí estoy trancá porque cuando tengo sexo me enfoco más en que esa persona tenga placer. Y se me hace bien difícil [atender el propio]. Cuando hace algo que me da placer se lo dejo saber. Pero no es que pida algo que a mí me guste. Y yo creo que eso es algo de la opresión sexual que se nos ha impuesto. No pedir. Estar para complacer. Y de eso no me he liberado muchísimo, pero lo estoy trabajando.

Algunas no tenían problema en comunicar lo que querían, como Marina, quien a más de un muchacho tuvo que decirle: “mira, yo también quiero venirme”. El hecho de que ella lo tuviera que comunicar implica que el orgasmo femenino no era algo que ellos entendían como relevante o requerido en la interacción sexual. 

A pesar de que las concepciones machistas provocaron que las participantes tuvieran unas primeras experiencias sexuales “non-gratas”, las entrevistadas le buscaron la vuelta. Todas pasaron por el proceso de autoeducarse para conocer sus cuerpos, sexualidad y placer, solas y acompañadas. Kathy compartió:

Estaba bastante certera de que mi placer iba a ser algo importante en esa relación sexual. …tuve que indagar en cuanto al placer sexual, porque yo pensaba: quiero tener un orgasmo. Yo he tenido orgasmos anteriormente…sé que el sexo pene-vagina no es la mejor manera, eso está muy claro. So, ahí tuve que explorar un poquito más pero nunca hubo esa presión de sentir como que esto no fue bueno para mí, pero fue bueno para él. Si no que, todo lo contrario. Afortunadamente, fue una relación sexual bastante saludable en la que pues, no es lo común, pero mi placer sí fue lo primordial. 

A las estudiantes no les enseñaron sobre su placer ni a priorizarlo. La norma no debe ser que las mujeres dependan de un proyecto de autoeducación ni tengan que pasar por unas primeras experiencias negativas para conocerse sexualmente. Es responsabilidad del Estado que la educación sexual atienda los temas del consentimiento, la consideración y el placer de todas las partes envueltas en una relación sexual. Esto minimizaría las violencias sexuales y potenciaría una sexualidad segura y placentera.

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