¿Qué es la globalización?

| Publicado el 29 noviembre 2000

Alejandro Formanchuk
Colaboración

Sin preámbulos es posible afirmar que la globalización es la consecuencia de la dinámica del capitalismo moderno, como antes lo fueron el colonialismo y el imperialismo. La necesidad fue y seguirá siendo la misma (ganar y monopolizar mercados, destruir a la competencia), porque los objetivos del capitalismo no cambian (obtener el máximo beneficio con la menor inversión y en el menor tiempo posible). Pero lo que diferencia a la globalización de las otras formas de dominación es que está justificada bajo un proceso observable, pero no objetivo, de revolución transfronteriza de las telecomunicaciones, y de un creciente comercio mundial basado en el librecambio de bienes y de servicios financieros. La profundización de la división internacional del trabajo ha conducido a una mayor interdependencia entre las naciones, muchas de las cuales son encasilladas como productoras naturales de ciertos bienes y consumidoras eternas de otros. No es necesario ser un gran historiador para descubrir que a Latinoamérica siempre le dejaron vender materias primas e incluso le fomentaron hacerlo, pero con la condición de desbaratarle cualquier intento desarrollista para poder venderle manufacturas: comprar cacao y lana, vender chocolate y suéters.
Aquí se esconde la trampa. La globalización integra voluntaria o involuntariamente a los países menos desarrollados a un sistema dominado por las potencias económicas que cuentan con la mayor cantidad de empresas transnacionales, y así se ven obligados a aceptar un liberalismo total de su economía, enmascarado bajo una globalización única, inevitable e igualitaria.
La globalización, por ende, se ha convertido en la nueva estrategia del liberalismo para justificar su poder, su ejecución, naturalizar su acción, y obligar pacíficamente a aceptar la nueva y natural realidad económica. Lo gracioso (trágico) es que nuestros propios políticos se sirven de ella para explicar los padecimientos internos: la culpa siempre la tienen las crisis extranjeras. Sería bueno preguntarse entonces por qué estas crisis globales no afectan en idéntica medida a todos los países.
El manual escolar Santillana del año 2000, en su capítulo sobre la globalización, señala que existe una creciente interrelación entre las sociedades y los estados de todo el planeta y que esto forma un sistema mundial. En este sistema, lo que sucede en alguna de sus partes se relaciona con el resto, al mismo tiempo que las tendencias del conjunto influyen fuertemente en lo que sucede en cada lugar. A su vez el sistema mundial se caracteriza por un sistema económico global, en el que las autoridades y los mercados trascienden las fronteras de los estados, desplegándose por todo el mundo, y la estrecha interrelación entre los mercados financieros y los mercados comerciales hace que los problemas y crisis de algunos países o sectores económicos repercutan inmediatamente en el resto del sistema.
En 1916, Vladimiro Lenin, en su libro Imperialismo, etapa superior del capitalismo, comenta que es común observar que «los economistas burgueses, cuando describen el capitalismo moderno, emplean con frecuencia frases y palabras como entrelazamiento, ausencia de aislamiento, etc.»
Si volvemos a la historia, vemos que la burguesía inglesa inventó el libre comercio en 1831 para exportar sus productos industriales a un mundo sin industria y que su Estado estuvo dispuesto a financiar el expansionismo económico mediante guerras, medios politicos, conquistas coloniales. Los países más fuertes aplicaron el proteccionismo para permitir el nacimiento de sus propias industrias y una vez industrializados se lanzaron junto a Inglaterra a imponer el liberalismo por el mundo. Luego vendría una dominación sin ocupación territorial ni control político oficial llamada imperialismo, pero desde la II Guerra Mundial la mayoría de los imperios fueron desapareciendo y surgió un neoimperialismo más impersonal y anónimo todavía. No es aventurado pensar que la globalización sea el punto máximo, la etapa superior de la dominación del poder financiero capitalista.