La tragedia de Irak

| Publicado el 4 abril 2003

Vie, 2003-04-04 20:00

Luis Ángel Torres Torres
Movimiento Socialista de Trabajadores (MST)

La invasión de Irak está en curso. Al momento en que escribimos han pasado ocho días de intensos bombardeos sobre Bagdad y otras ciudades iraquíes que han reducido a escombros instalaciones militares, palacios, oficinas de gobierno, centros comerciales y decenas de residencias. Además, distinto a lo esperado por los voceros del Pentágono, se han producido innumerables y fieras batallas donde las fuerzas militares iraquíes han demostrado una denodada resistencia que ha impedido el avance de las fuerzas invasoras hacia la capital. Lo que había sido anunciado como una guerra corta y espectacular amenaza con convertirse en un conflicto de larga duración de consecuencias insospechadas.

Pero desgraciadamente el negocio de la guerra no se trata principalmente de edificios destruidos y estrategias fracasadas. Se trata, y esto es a lo que los medios noticiosos le han dado menos difusión, de cientos de muertos, miles de heridos e inválidos, miles de personas desvalidas porque sus casas y albergues fueron destruidos, miles de familias sin alimentos, agua, electricidad y otros servicios básicos necesarios para la vida. Y, mientras CNN, NBC, Al Jaceera y cuanta cadena de noticias le hace las relaciones públicas a un lado u otro de la guerra, el pueblo iraquí se desangra y se hunde en la más profunda miseria.

Por eso es importante que mientras la guerra avanza no olvidemos que el pueblo de Irak vive una tragedia de grandes proporciones. Que en este conflicto el único que siempre va a perder es el pueblo. Si algo ha quedado claro durante los primeros días de la guerra es que lo que verdaderamente le interesa a E.U. es el control del petróleo iraquí en un Irak sometido a su poderío militar. Por eso la coalición lanzó su despiadado ataque sin haber podido probar que Irak poseía armas de destrucción masiva y peor aun, pasándole por encima y humillando a la ONU. De hecho, lo primero que corrieron a proteger los soldados de E.U. una vez comenzada la invasión terrestre, fueron los pozos petroleros y no es casualidad, que la compañía contratada para apagar los pozos incendiados sea la misma que dirigía el vicepresidente Dick Chaney. Para que no quedara duda de los propósitos imperiales el Secretario de Estado, Colin Power, dejó bien claro que “los E.U. no hicieron una inversión de recursos tan grande para ser meros espectadores cuando acabe la guerra”. De lo que se trata es de “sangre por petróleo” en una tecnológicamente avanzada guerra imperialista.

El segundo polo de esta tragedia es la odiada dictadura de Saddam Hussein que ha significado miles de muertos, persecución y encarcelamiento de la oposición, hambre y miseria para el pueblo iraquí. Dictadura que se fortaleció política y militarmente gracias a la generosa ayuda de E.U. y otras potencias. Cuando Saddam utilizaba las armas de origen estadounidense o ruso para masacrar a su pueblo o para atacar a Irán, el gobierno de E.U. miraba para el lado y no decía nada sobre las armas de destrucción masiva. Lo trágico para el pueblo iraquí es que los que hoy se presentan como sus salvadores bombardeando a mansalva sus casas y sus ciudades, son los mismos que armaron al dictador que los oprime. El pueblo iraquí está entre la espada y la pared: defenderse de una invasión imperialista cuyo verdadero objetivo es el petróleo, con lo cual apoya de refilón a la dictadura de Saddam o recibir como salvadores a los soldados de la coalición que bombardean y matan a todo el que cojan por delante para, también de refilón, librarse del dictador. Tamaña elección.

Lo correcto hubiese sido que el pueblo iraquí no se hubiese visto empujado a una situación tan terrible. Que se permitiera a los sectores que luchan, desde hace años, por el fin de la dictadura y la democratización del país hacer su trabajo. En ese sentido lo que los gobiernos de otros países pudieron haber hecho fue ayudar a fortalecer esa lucha para que el propio pueblo iraquí ajustara cuentas con Saddam Hussein. El masivo bombardeo y la invasión de Irak, con su brutal secuela de muerte y destrucción, le ha servido a la dictadura para buscar el apoyo del pueblo y reclamar demagógicamente la “defensa de la patria”. Y, en cierto sentido, lo ha logrado a juzgar por la intensidad de la guerra de guerrillas que han tenido que enfrentar los invasores. Sabemos que dentro de los “fedayines”, que los voceros de la coalición asocian con la lealtad a Hussein, existe un sector que se opone y ha luchado durante los últimos años contra la dictadura y que ahora, está combatiendo a las tropas invasoras porque éstas están violando el derecho a la libre determinación de Irak y destruyendo vidas y ciudades. Eso es lo que los “expertos” analistas, que han hecho su agosto en CNN y otras cadenas de E.U., no acaban de entender.

Los que nos oponemos a la guerra y repudiamos tanto la criminal invasión yanqui como a la, no menos criminal, dictadura de Saddam Hussein, debemos exigir el fin de esta guerra cuanto antes. Nuestra solidaridad está con el sufrido pueblo iraquí.